Las Palmas de Gran Canaria (España), (EFE).- Investigadores de la Universidad de Durham, de la Universidad de Leeds y del Instituto Volcanológico español de Canarias, entre otros, publican un artículo científico en el que destacan las aportaciones a la ciencia realizadas gracias a imágenes y vídeos de alta resolución por parte de ciudadanos, aficionados y medios de comunicación en las recientes erupciones de Cumbre Vieja (La Palma) o Fagradalsfjall (Islandia).
En un artículo publicado en la revista científica Nature, investigadores como Nemesio Pérez, que lidera Involcan, o Fabian Wasworth, de Durham, proponen que este hecho represente “el comienzo de una nueva era para la observación vulcanológica, con abundancia de imágenes de erupciones aprovechadas para uso científico”.
“Hace solo 5 años, el uso de drones en volcanes era cosa de unos pocos investigadores. Hoy son un pilar del arsenal del fotógrafo o videógrafo, ya sea aficionado o profesional y, gracias al rápido aumento de la calidad y la disponibilidad de los equipos de fotografía digital de alta resolución, y a la creciente calidad de las cámaras de los móviles, es posible que aficionados capturen los fenómenos naturales con un detalle sin precedentes”, señalan los científicos.
Esta disponibilidad de herramientas y material al alcance no solo de los investigadores se ha tornado muy relevante en una erupción como la de Cumbre Vieja – en la isla española de La Palma- que fue “muy destructiva” y que, en su transcurso, sufrió varios crecimientos y disminuciones del flujo de lava y provocó numerosos terremotos y explosiones que enviaron penachos flotantes de piroclastos y gas a grandes alturas.
En este contexto, esas herramientas ayudaron a localizar erupciones de fisuras alimentadas por grietas en respiraderos y conos discretos, por ejemplo.
El estudio, hecho público este miércoles, compara y contrasta las erupciones de Fagradalsfjall y Cumbre Vieja a través de la lente de los creadores de contenidos que visitaron estos lugares, con el objetivo de evaluar la utilidad de los contenidos no especializados para fines científicos.
A lo largo de la erupción en la isla de La Palma, y también más adelante, los grupos científicos que trabajaron sobre el terreno, los medios y algunos creadores de contenido pudieron tener un acceso “cercano”, por lo que la videografía y la fotografía resultantes permitieron realizar nuevas observaciones de la fenomenología de la erupción “que influirán en los modelos que surjan”, detallan los investigadores.
A su juicio, el ejemplo “más llamativo” de esto es la actividad simultánea de diferentes estilos eruptivos muy próximos entre sí que se produjo tras el inicio de la erupción de Cumbre Vieja, cuando la actividad eruptiva se localizó en distintos respiraderos que formaron a su vez un respiradero superior (el más oriental) caracterizado por una actividad explosiva de intensidad alta que alimentó una “pluma flotante inestable”, así como un respiradero inferior (el más occidental) “caracterizado por una fuente hawaiana de menor intensidad que alimentó lavas que fluyeron ladera abajo y hacia el océano”.
En este sentido, apuntan que algunos medios compartieron los datos de los drones con los vulcanólogos sobre el terreno, “un ejemplo explícito -dicen- de las oportunidades de colaboración que defendemos”, lo que permitió a los investigadores orientar sus muestreos y observaciones de las tasas de flujo de lava y las alturas de las fuentes, así como el avance del delta de lava hacia el océano.
“La evaluación dinámica del peligro es más segura mediante drones, y los vuelos de drones operados por medios de comunicación han demostrado ser beneficiosos para los científicos que buscan acceso a los frentes de lava frescos, especialmente cuando se combinan imágenes de luz visible con imágenes térmicas”, aseguran los investigadores.
Para los autores del estudio, el turismo generado por estas erupciones creó “un valioso activo científico” en conjunción con los datos de seguimiento geofísico y geoquímico más convencionales.
Ante esto, añaden, podría ser “ventajoso” que los equipos científicos y de vigilancia establezcan mecanismos para recoger, verificar y conservar las imágenes y observaciones derivadas del turismo, de aficionados o de medios de comunicación.
Sin embargo, también apuntan como desventajas la cantidad de imágenes sin valor, los posibles peligros de seguridad para los aficionados o la pérdida de herramientas como drones, ya que se calcula que durante la erupción del Fagradalsfjall se perdieron “docenas” de estos aparatos.
En el caso del volcán islandés, “incluso sin un análisis cuantitativo”, las imágenes permitieron realizar nuevas interpretaciones del proceso eruptivo que podrían inspirar “una nueva comprensión de las erupciones de fisuras basálticas”, ejemplifica el estudio.
Por último, destacan que las redes sociales actuaron asimismo como “un dinámico punto de encuentro” para los aficionados a los volcanes, los fotógrafos, los videógrafos y los vulcanólogos.
“Plataformas como Twitter, YouTube, Facebook e Instagram son un punto primordial de exposición e intercambio de contenidos. Las erupciones producidas durante la pandemia que restringió la capacidad de muchos científicos y turistas para viajar elevaron aún más el valor potencial de ese contenido”, concluye el artículo.