Sao Paulo.- Frei Chico fue el responsable de introducir al expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, su hermano, en la vida sindical en plena dictadura militar y hoy le defiende a capa y espada de las condenas y denuncias por corrupción en su contra: “Pueden hasta matarlo, porque no probarán nada”.
A José Ferreira da Silva todos le conocen como Frei Chico. Con 76 años, tres más que Lula, demostró en una entrevista con Efe en Sao Paulo la misma determinación que su hermano, al que visita siempre que puede en la sede de la Policía Federal en la ciudad de Curitiba, en el sur de Brasil, donde cumple una pena de ocho años y diez meses por corrupción pasiva y blanqueo de capitales.
Bromea con que Lula saldrá de prisión con un doctorado de lo tanto que lee en su celda -lo último, la historia sobre el petróleo-, pero se pone serio al defender a su hermano de lo que considera una “trama” para evitar su regreso al poder.
“Lula está tranquilo, pueden hasta matarlo porque no probarán nada, porque él no hizo nada. Lula no robó nada”, aseveró desde la sede el Sindicato Nacional de los Jubilados en Sao Paulo, institución a la que asesora y en dónde recibió a Efe.
Chico, comunista declarado, sostiene que el encarcelamiento de su hermano, con el que mantiene una estrecha relación, responde a un “plan” orquestado en última instancia por Estados Unidos y en el que participan la “élite” y algunos medios de comunicación.
“Él es consciente de que quieren desmoralizarlo y acabar con él”, apuntó.
Según Chico, Lula continúa con la moral firme y las dos condenas dictadas en contra del que es el máximo líder del Partido de los Trabajadores (PT) son un “montaje” para “destruirle”.
“¿Dónde están las pruebas?”, se preguntó indignado.
Lula fue condenado en primera instancia a nueve años y seis meses de cárcel en julio de 2017, una vez que el juez Sergio Moro, hoy ministro de Justicia en el Gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro, dio por comprobado que recibió un apartamento de parte de la constructora OAS a cambio de favores políticos para esa empresa.
En enero de 2018, un tribunal de segunda instancia ratificó esa sentencia y amplió la condena hasta los 12 años y un mes. Sin embargo, el Tribunal Superior de Justicia (tercera instancia), la rebajó a ocho años y diez meses en abril pasado.
De esta forma, el exmandatario podría pasar a un régimen de prisión domiciliaria en septiembre de este año, aunque Chico se muestra escéptico ante esa posibilidad.
“Yo no creo en nada”, declaró.
Y es que sobre Lula pesa una segunda condena de otros 12 años y 11 meses de cárcel, dictada en febrero pasado también por corrupción pasiva y lavado de dinero y que, de ser confirmada en segunda instancia, podría frustrar la posibilidad de terminar de completar su primera pena en casa.
Su hermano considera que el Poder Judicial “puede hacer de todo” y denuncia que hay “una presión muy violenta” sobre la Corte Suprema para evitar la liberación de Lula.
“El Supremo está compuesto de seres humanos, padres de familia que se amedrentan. Tienen un empleo vitalicio, sus vidas están garantizadas y solo tienen que interpretar las leyes. La vanidad se apoderó de algunos de ellos”, apostilló.
Nacido en Vargem Grande (hoy Caetés), en el estado de Pernambuco, en el noreste de Brasil, el 27 de octubre de 1945, Lula creció en un ambiente muy humilde.
Su padre, que tuvo 20 hijos con dos mujeres, abandonó a su madre cuando todavía estaba embarazada de Lula para marchar a Sao Paulo con la segunda de sus mujeres.
La madre le siguió y en la mayor ciudad de Brasil, cuando todavía era un niño, Lula empezó a trabajar como recadero, limpiabotas, vendedor y desde 1968 en empresas metalúrgicas del cinturón industrial de la megalópolis brasileña.
Chico, además de un fiel escudero, también es el principal responsable de que Lula se convirtiera en el presidente más popular de la historia de Brasil (2003-2010) por introducir a su hermano barbudo y metalúrgico a la vida sindical, que fue donde se forjó políticamente en plena dictadura militar (1964-1985).
Le ofreció participar en una fórmula de un compañero para ocupar un puesto en la directiva del sindicato de la categoría, pero al principio Lula se resistió.
“En un primer momento no quiso aceptar, le dije que era importante, pero es que en los años 1966, 1967, 1968 aún había represión y miedo al sindicalismo porque era peligroso”, recuerda.
Al final, aceptó e inició su andadura en el movimiento sindical, para después transformarse en el líder político que fundaría en 1980 el PT, la formación socialista con la que perdería tres elecciones presidenciales (1989, 1994, 1998) antes de hacerse con el cargo en 2002 y resultar reelecto en 2006.
“Se preparó, estudió mucho, bastante, para ser dirigente sindical y después se convirtió en lo que se convirtió”, aunque le faltó hacer una cosa “fundamental” durante su mandato, según opinó Chico: “reformar los medios de comunicación y la prensa” que son, en algunos casos, “antidemocráticos”. EFE