“¿Qué otra cosa es una colección más que un desorden al que el hábito ha acomodado al punto de hacerlo parecer algo ordenado?”
Walter Benjamín.
Según la Real Academia Española, una colección es “un conjunto ordenado de cosas, por lo general de una misma clase y reunidas por su especial interés o valor”. Pero, ¿qué es aquello que determina lo que puede llegar a ser de “interés” o “valor” para un individuo?
Las siguientes colecciones demuestran que no existen fronteras a la hora de colocar la pulsión en un objeto. La fascinación a la hora de coleccionar puede pasar por lugares insospechados.
“No molestar”
El suizo Jean–François Vernetti pareciera ser un amante del buen dormir. Ha coleccionado 11.111 muestras diferentes del cartel de “no molestar” de hoteles de 189 países de todo el mundo. Su afán por obtener la mayor cantidad de estas señales comenzó en 1985 cuando encontró una de ellas que estaba mal escrita. En 2012 ingresó en el libro Guinness de los récords. El desafío sería calcular el gasto de Vernetti en hoteles y tickets de avión.
El ombligo del mundo
Graham Barker no sufre de un complejo egocéntrico, sino de una asquerosa fijación por la pelusa que se junta en su ombligo. Este hombre australiano de 51 años, lleva más de la mitad de su vida -32 años-, con esta espeluznante compilación que ha superado los 22 gramos y ha logrado un lugar en el libro Guinness. Baker confesó que el inicio del hobby fue “por la simple curiosidad sobre cuánta pelusa puede producir un cuerpo”.
Todos los que no están en Pokémon Go
A sus 21 años, en 2010, Lisa Courtney comprobó frente a un escribano, tener12.113 productos de Pokémon, y de esta manera ingresó en el libro Guinness de los récords. La joven de Reino Unido hizo varios viajes a Japón específicamente para reunir objetos de la célebre serie y videojuego. Parte de la colección fue exhibida en el Museo de Hertford, en el marco de una exposición sobre la cultura popular. En la actualidad, Courtney posee una colección de más de 16.000 artículos de la franquicia.
Un parqueo infinito
El arquitecto argentino Sergio Goldvarg reside en Miami, y es el dueño de la colección de autos a escala más grande del mundo, con más de 14 mil modelos distintos. Fue galardonado en dos oportunidades por el libro Guiness, en 2007 y 2012. En su muestrario se acopian juguetes como Hot Wheels y Matchbox, y autos en escala “1:43” con las líneas perfectas aprobados por las fábricas, piezas únicas y deseadas por cualquier fanático de los autos. Además, el arquitecto es poseedor de una réplica del Batimóvil que manejó Adam West en “Batman”, la icónica serie que marcó la televisión en la década del setenta. En 1985, tuvo la oportunidad de conocer a George Barris, el creador de la réplica, cuando fue a cubrir las 24 horas de Daytona como periodista. En enero de este año su Batimóvil cumplió cincuenta años. Goldvarg es dueño de un restaurante en el cual se exponen algunos de sus autos, y su máximo sueño es crear un museo para exhibir sus flamantes diseños.
¿Bailamos?
El alemán Paul Brokman, de 81 años, conoció a su esposa Margot, de 79, en 1948 en un baile de salón. Confiesa que desde ese día supo que la estadounidense, por la cual sus padres lo desheredarían, era el amor de su vida. El romántico Brokman decidió que su amada tendría un vestido distinto para cada ocasión en los que fueran a los bailes de salón. De esta forma, comprando de a decenas de vestidos cada semana, a lo largo de los años, consiguió acumular nada menos que 55 mil prendas. Al no poder hacer frente a los altos costos que demanda el almacenamiento de los vestidos, la pareja que actualmente vive en Los Ángeles, California, está vendiendo la ampulosa colección.
Un paraíso de tabaco
Wang Guohua tiene una colección de más de 30 mil cajetillas de cigarrillos, con el sello de cien marcas, de diez países diferentes. Guohua comenzó a juntarlas en 2003 y aún aguarda por un lugar en el libro Guinness. Cada paquete es parte del “empapelado” que cubre las paredes y el techo de una habitación en su casa de Hangzhou, China.
Un mundo de grafito y colores
El uruguayo Emilio Arenas es el mayor coleccionista de lápices del mundo. Su pasión por juntar grafos lo colocó en el libro Guinness en 2002, con una cantidad de 5500 unidades. Al batir este récord, fue invitado por Faber-Castel para conocer la fábrica de Alemania. Arenas empezó a juntar lápices a los once años y hoy, a sus 70, cuenta con 10.200 distintos de todo el mundo. En su tesoro tiene desde un lápiz de 17 mm -hay sólo 10 en el mundo, 9 los tiene Faber y uno Arenas- hasta uno de 1,10 metros de largo, procedente de Brasil. Arenas es también reconocido por líderes mundiales. Tabaré Vázquez, Mauricio Macri, Jorge Larrañaga, los embajadores de Serbia, de Japón y de Estados Unidos se han acercado a su casa de Colonia del Sacramento para contribuir con la colección.
¡Salud!
El agricultor alemán Heinrich Kath posee más de 20 mil jarras de cerveza diferentes. El dato más colorido es que, pese a la fama que podría otorgarle su nacionalidad y a su pasión por juntar jarras de la bebida más típica de su cultura, Kath no bebe alcohol.
La reina de las Barbies
La alemana Bettina Dorfmann es dueña de 15 mil Barbies. Comenzó a coleccionarlas en 1993 pero fue en 1966, a sus cinco años, cuando recibió su primera muñeca. Dorfmann tiene una habitación especial de su casa donde expone a las muñecas en vitrinas. La pieza más cara de su colección es la edición Barbie Pony Tail Número 1, valuada en 10 mil dólares. Si bien hay más de cien mil coleccionistas de Barbies en el mundo, entre los que se encuentra el actor Johnny Depp, la alemana ocupa el trono con una amplia ventaja de unidades de la muñeca respecto de sus “competidores”.
Para el análisis de Freud: la faloteca
El profesor Sigurdur Hjartarson es coleccionista de penes y los exhibe en su Museo del Falo de Húsavik, en Islandia. La desopilante e insólita colección está compuesta por unos 300 penes de 90 especies de mamíferos marinos y terrestres. Las piezas se exponen como trofeos de caza, disecadas, embalsamadas o conservadas en formol. En el museo Falológico se pueden contemplar aparatos reproductores de machos de todo tipo: desde el micropene de un hámster, de unos 2mm, hasta el de un cachalote, con 70 kilos de peso y 1,7 metros de largo. También se exponen representaciones de los supuestos falos de seres mitológicos nórdicos, como trolls, elfos y duendes. En 2011, Pall Arason decidió donar, antes de morir, su miembro de manera íntegra -el museo ya contaba con un prepucio y dos testículo- para completar la fálica colección, con la pieza faltante: un pene humano.