Madrid, 16 sep (EFE).- El Real Madrid mostró las credenciales del vigente campeón, imponiendo en el clásico su fortaleza como equipo y hurgando en la herida abierta del Barcelona en la Liga de Campeones, impotente hasta la recta final del partido, cuando sintió la opción de empatar, antes de acabar cediendo (3-1) el liderato al equipo de Carlo Ancelotti.
Cinco victorias madridistas en los seis últimos clásicos, solamente derrotado cuando lo encaró sin la intensidad necesaria el pasado curso por su gran ventaja de puntos, confirma una tendencia en un duelo que deja vencedores y heridos. Una derrota dolorosa para Xavi Hernández, víctima de una defensa que se puso el traje europeo para enterrar la seguridad liguera de un equipo que tan solo había encajado un tanto hasta pisar el Santiago Bernabéu y este domingo se llevó tres.
El clásico era el impulso moral que necesitaba un equipo asomado por segundo año consecutivo al descrédito de la Liga Europa o el empujón a una crisis que deja señalados.
Y en duelos que se encaran como finales, dada la superioridad de los dos grandes sobre el resto de rivales en una Liga que se perfila como un mano a mano entre ambos, el Real Madrid volvió a demostrar que es un gran especialista.
Sin necesidad de exhibir su potencial, pero siendo un equipo más formado, encontrando con facilidad la debilidad del rival en cuanto pudo correr. Una defensa que se desplomó pese a los retoques de Xavi, que apostó por Sergi Roberto sobre Vinícius y Koundé, falto de ritmo competitivo, de central. A Piqué se le acabó el crédito en la ‘Champions’. El de Eric es ilimitado aunque sale en demasiadas fotos.
La igualdad del clásico duró doce minutos, el tiempo en el que tardó en reaparecer la relación con el gol de Karim Benzema. En el pulso inicial, con Fede Valverde reforzando el centro del campo madridista en el inicio de jugada, había probado Raphinha a Lunin en uno de esos disparos sencillos para un debutante que le permite ganar confianza.
La ausencia de Courtois era una baza que el Barcelona no explotó. Fino con el balón en sus momentos de menor posesión, el Real Madrid entendió pronto que el peligro lo generaría con velocidad, en transiciones.
Así encontró un flanco débil en la banda de Sergi Roberto y Raphinha que aprovechó Mendy para generar la primera, con pase atrás que acabó en un aviso de Vinícius. La misma acción al segundo intento rompió el partido. El pase en profundidad de Kroos al espacio, la carrera de ‘Vini’ a tanta velocidad que dificultó la definición ante Ter Stegen, su parada dejó un balón muerto en el rechace que fue un regalo para que Benzema cerrase su sequía. Nadie frenó con falta el inicio y 636 minutos después volvía a encajar en Liga el portero alemán.
A horas del ‘Balón de Oro’ no había mejor carta de presentación para Benzema, alejado del gol demasiado tiempo en el Bernabéu, desde el 12 de mayo, y tras cinco encuentros consecutivos en la presente campaña.
Ese gol fue un golpe a un equipo endeble en el aspecto anímico, frágil no solo en la defensa, que sale señalada del clásico como del duelo ante el Inter, también a un centro del campo en el que Busquets no contuvo y cometió errores con balón, De Jong no demostró merecer más que Gavi y Pedri caminó por la intrascendencia sin su finura habitual con balón.
La reacción demandaba una personalidad que no demostró el Barcelona. Adueñarse del balón con su estilo no acerca siempre al éxito, menos aún cuando añora frescura en la fase final de su juego. Raphinha y Dembélé a impulsos individuales, Lewandowski perdonando lo que no acostumbra en la ocasión para empatar que desperdició en el segundo palo, lanzándose con todo en busca de un protagonismo que no saboreó en su primer clásico.
Tardó 34 minutos en cometer su primera falta el Barça. Fruto de la impotencia de Lewandowski ante Modric en fase de salida de un Real Madrid que ya estaba parapetado en su terreno, entregando el balón a su rival y castigándolo con vértigo en cuanto pudo. Y de una lucha por un balón que parecía perdido pegado a la cal de Carvajal nació un centro que convirtió en peligroso Eric García al peinarlo. Le cayó a Vinícius para inventar, a Mendy para poner el pase atrás y a Fede Valverde para pegarle con todo el corazón. Raso y con potencia. Imposible para Ter Stegen. Un gol encajado en ocho jornadas, dos en 35 minutos.
Haría falta más que un tímido disparo de De Jong que repelió Lunin para poder levantarse de la lona un Barcelona que no mostraba el carácter necesario. Reaccionaría Xavi con cambios que dejaban jugadores marcados a la hora y una decisión discutible, sentar a Gavi en el banquillo. Es un jugador que aumenta el nivel de intensidad, que muerde por cada balón y lo transmite al resto.
Por entonces el Real Madrid, tras un disparo arriba de Kroos y un golazo anulado a Benzema, había entendido que no tenía riesgos que correr que impulsasen la reacción de su rival. Optó por juntar líneas, meterse en su terreno de juego y no mostrar colmillo en busca de una goleada que generase un daño mayor.
Decidió correr un riesgo que le acabó saliendo bien tras minutos de incertidumbre. Había pedido penalti Lewandowski de Carvajal, con el Barcelona pisando área con continuidad, cuando reapareció una versión desequilibrante de Ansu Fati. Puso el pase que mandó a la red Ferran Torres, en su primer tanto del curso, a placer a siete minutos del final para meter picante y acarició el empate con un remate al que voló Lunin para ver cómo se marchaba cerca de un poste.
La ilusión barcelonista acabó en decepción, sorprendido al contragolpe por Rodrygo, suplente tras siete titularidades y respondiendo al papel de revulsivo, derribado por Eric García en una acción que no fue penalti para el colegiado pero sí tras ser avisado desde el VAR. El mismo Rodrygo, sin Karim ya en el campo, puso el broche a un clásico que refuerza la imagen del vigente campeón y deja en un momento de inestabilidad a Xavi. De doctorarse en el Bernabéu en su primera visita a ser el centro de la crítica.