Ramala .- El escritorio de la reportera palestina Shireen Abu Akleh está intacto desde hace un año, cuando fue asesinada mientras cubría una redada del Ejército israelí en Cisjordania ocupada. Alrededor de sus notas a lápiz, se fueron apilando flores, poemas y homenajes, que ahora inundan toda su oficina y recuerdan que su muerte continúa impune.
“Todo está como ella lo dejó, pero quedó un vacío demasiado enorme”, cuenta a EFE Walid al Omari, director de la oficina en Ramala, Cisjordania, del canal catarí Al Jazeera, donde Shireen trabajó desde 1997.
Entre una transmisión en vivo y llamadas telefónicas, Omari describe a la reportera, que se consagró como la periodista de referencia entre los palestinos con su cobertura de la Segunda Intifada (2000-2005), como su “hermana, colega y amiga”.
“Trabajaba sin errores, resolvía los desencuentros en la oficina, era buena lectora, hablaba varias lenguas, participaba en causas de mujeres, era muy buena persona, era icónica, todos los palestinos la conocen”, asegura el periodista, que trabajó con Shireen durante 25 años.
A un año de su muerte, la oficina de la reportera parece un altar. Coronas de flores marchitas, velas, dibujos infantiles que dicen “te quiero”, galardones a su nombre, y su rostro -incluso rodeado de un halo dorado- plasmado en pinturas, mosaicos o madera tallada, copan la habitación.
Además, un museo financiado por Catar será creado en Ramala en honor a la comunicadora, devenida en modelo para muchos estudiantes de periodismo, principalmente mujeres.
JUSTICIA
El 11 de mayo de 2022, Shireen -con ciudadanía estadounidense- cubría una redada del Ejército israelí en Yenín, un bastión de milicias palestinas en Cisjordania. La reportera veterana portaba un chaleco antibalas con la insignia “PRENSA” cuando una bala alcanzó su cuello y la mató al instante.
Israel realizó una pesquisa interna y admitió que existe una “alta probabilidad” de que sus fuerzas mataran “por error” a la periodista, pero rechazó abrir una investigación criminal, alegando que sus tropas actuaron conforme al protocolo mientras recibían disparos de milicianos palestinos.
Sin embargo, testigos aseguran que no había milicianos en la zona cercana a Shireen, y una decena de investigaciones independientes de organizaciones palestinas e israelíes y medios como AP, The New York Times o CNN, determinaron que fue asesinada por un disparo israelí.
La investigación oficial de la Autoridad Nacional Palestina -que incluyó un examen forense de la bala letal- llegó a afirmar que el disparo “fue deliberado”, mientras el FBI intentó hacer una investigación con la que Israel se negó a cooperar.
“Para nosotros como familia es importante que el soldado que la mató y su cadena de mando asuman la responsabilidad”, comenta Lina Abu Akleh, sobrina de la reportera.
La comunidad internacional también se indignó con Israel el día del funeral de Shireen, al que asistieron miles de personas en Jerusalén, pues policías golpearon brutalmente a quienes sostenían el ataúd, que casi cayó al suelo.
“La única interpretación que encuentro es que esa gente no considera a los palestinos seres humanos”, estima Omari, quien llevó el caso de la reportera ante la Corte Penal Internacional.
“Queremos justicia para Shireen, para los periodistas, y para que las nuevas generaciones palestinas no pierdan la confianza en las instituciones internacionales”, subraya. “Israel debe entender que no puede seguir actuando con impunidad cuando hostiga o asesina a periodistas”.
Al menos 20 periodistas fueron asesinados por el Ejército israelí desde 2002 y ninguna persona ha sido acusada por ello, lo que evidencia un patrón de fuerza letal e impunidad por parte de Israel, denunció el Comité para la Protección de los Periodistas esta semana.
Se estima que más de 100 reporteros palestinos han sido asesinados desde 1967, cuando comenzó la ocupación israelí.
AÚN PRESENTE
En cada pasillo de la redacción de Al Jazeera en Ramala hay un afiche con el rostro de Shireen. Su colegas han aprendido a convivir con su fantasma, pero prefieren no hablar de su ausencia.
“Es demasiado triste, no puedo”, se disculpan. Pero en el calor de las coberturas y las largas horas en la redacción, el nombre de la reportera estrella siempre aparece.
“Shireen lo cubriría así, Shireen haría tal cosa… La recordamos cada segundo”, explica Omari, quien desde el día del asesinato porta un broche con su imagen en la solapa de su chaqueta.
“A veces, cuando me siento en mi escritorio, imagino que ella va a entrar”, confiesa con un café árabe en la mano este periodista que está todos los días en la oficina desde las 7 de la mañana.
También Filfel (pimienta en árabe), el perro de Shireen, la sigue esperando.
“Olía y dormía sobre sus cosas, especialmente la bolsa (que usó) en Yenín. No nos atrevemos a pronunciar el apodo de Shireen -Shushu-, porque el perro salta a la puerta para esperarla”, cuenta Lina Abu Akleh, para quien el último año ha sido “sumamente doloroso”.
“Aún recuerdo el día que la mataron como si fuera ayer”, asegura.