La científica ecuatoriana Linda Guamán participa en una investigación que busca equiparar el olor y sabor de la carne vegetal con la animal, a fin de propiciar un mayor consumo de la primera a nivel mundial y combatir la contaminación.
“La masificación de la crianza de ganado es el principal contaminante en el mundo”, aseguró a Efe Guamán, designada como una de las cien líderes del futuro de la biotecnología, por la Global Biotech Revolution, que tiene sede en el Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT, por sus siglas en inglés) y Harvard.
Precisamente tras esa designación, integró junto a un científico británico y otro de Singapur un equipo al que le tocó como desafío aportar en las investigaciones para mejorar la producción de carne de origen vegetal.
Idearon desarrollar una plataforma biológica “que es básicamente una nariz artificial (para) que identifique todos los compuestos químicos presentes en la carne para poderlos trasladar de manera idéntica a la carne vegetal”, explica.
“Tenemos que reducir el consumo de carne”, dice quien está consciente de que no es posible que todo el mundo sea vegetariano y que hay economías, como la Argentina, que dependen de la carne.
No se trata de producir una nueva carne, sino de incidir en el sabor y el olor, “porque las empresas invierten millones de dólares en Estados Unidos cuando el alimento tiene un buen sabor”.
A sus 34 años, la ecuatoriana, ingeniera en alimentos, con maestría y doctorado en microbiología, espera que su investigación contribuya también a la conservación del planeta, pues la masificación de la crianza de ganado pone mucha presión sobre el ambiente.
La dieta estándar de las vacas ha sido siempre el pasto, “pero no hay pasto que alcance para los millones” de animales existentes, por lo que se ha aumentado el consumo de maíz o soja, anota.
“La demanda de consumo de carne es cada vez mas grande y hay extensiones grandísimas de tierra en varios países, especialmente en este lado del mundo, subdesarrollados, en donde el único cultivo es soja y maíz, no para consumo humano sino para alimentar a las vacas, que nos vamos a comer”, comenta.
Explica que la producción de un solo kilogramo de carne de vaca requiere unos 10.000 litros de agua, mientras que para un kilo de lechuga se usan 600 litros.
“Si mañana dejamos de movernos en avión, tren, carro y todo lo que creemos que contamina, igual el planeta sigue para abajo porque los principales causantes de contaminación de gases de efecto invernadero no son los carros, son las vacas”, insiste.
Y explica que los gases que producen las vacas “son diez veces más contaminantes que el de los autos y estamos como nunca en la historia masificando la producción de ganado vacuno”.
Comenta que los distintos grupos que luchan contra la crisis climática recomiendan reciclar, tomar baños más cortos, no usar autos, “cuando todo el mundo sabe que el único impacto real que tendría un efecto global es dejar de comer carne”.
“Se puede vivir sin comer tanta carne. No se (la) necesita en todos los platos ni todos los días”, insiste Guamán, una vegetariana por convicción, que reconoce que la carne aporta hierro, que también se encuentra en los vegetales, y vitamina B 12, que hay en los huevos y la leche.
Explica, no obstante que el problema es la absorción y, por ejemplo, de 100 gramos de hierro en un filete, los 90 pasan al sistema, frente al 30 de absorción en la misma cantidad hallada en la espinaca.
“La plataforma va a facilitar la adherencia (del sabor y el olor)” y convertirá en una experiencia más agradable la ingesta de carne vegetal, comenta.
Guamán adelanta que si el proyecto finalmente se desarrolla, el primer año debe ir uno de los tres científicos a Estados Unidos para avanzar en el concepto enmarcado en el programa de los cien líderes del futuro de la biotecnología al que llegó con las justas.
Ello porque aplicó 40 minutos antes de que se cierre la convocatoria, una demora que justificó porque “no tenía mucha esperanza” pues “era muy competitivo” y lo que se hace en Ecuador “es muy pequeño”.
“Pensé que no tengo mucha experiencia, soy muy joven y (como mujer) somos minoría trabajando en esto”, asegura y añade que cree que “hacer biotecnología en Ecuador es muy difícil, es caro y no tenemos apoyo”.
Pero -agrega- “me escogieron justamente por lo que pensé que no me iban a escoger, porque estoy intentando hacer cosas que son muy difíciles de hacer en un contexto extremadamente en contra”.
“El ser mujer ha jugado en contra aquí, pero creo que para ellos eso es valioso porque, en un evento de este tipo, buscaron que haya equidad. Éramos 43 países. Además creo que el ser joven ayuda porque el reconocimiento es al potencial de desarrollo”.
Ahora, con su participación, además de codearse con líderes del futuro, ya ha conocido a premios Nobel y a líderes de empresas que hacen biotecnología de impacto mundial, con la idea de que haya transferencia de conocimiento y la creación de redes de trabajo.
Y con el proyecto aún en papeles, ya tienen varias compañías interesadas, entre ellas, una de las más grandes de Boston.