Ha muerto a los 29 años la joven y talentosísima bailarina Michaela DePrince, informaron medios internacionales.
Su familia la definió en un comunicado como una “inspiración inolvidable para todos los que la conocieron o escucharon su historia”, y dijo que su deceso fue “repentino”.
“A pesar de que le dijeron que ‘el mundo no estaba preparado para las bailarinas negras’ o que ‘no valía la pena invertir en bailarinas negras’, ella se mantuvo decidida, enfocada y comenzó a dar grandes zancadas”, publicó al bailarina estadounidense Misty Copland.
DePrince, nacida en Sierra Leona el 6 de enero de 1995, quedó huérfana cuando tenía apenas tres años y fue ingresada en un orfanato, tras la muerte de sus padres.
Las mujeres a cargo del orfelinato creían que ella poseía un espíritu maligno, debido al vitiligo que tenía. Pero ella se soprepuso a todos esos obstáculos y voló por todo lo alto, en el ballet clásico profesional.
Hizo un recorrido extraordinario desde el sufrimiento hasta recibir numerosos elogios y reconocimientos en el mundo de la danza internacional.
A temprana edad descubrió su talento y lo que quería ser. La inspiración estaba en los pies de una bailarina: cuando ella la vio “de puntillas”, se sorprendió pensando “¡Guau! Esto es lo que quiero ser”.
A una revista le dijo que “nunca había visto nada parecido”, y que “podía ver la belleza en esa persona, la esperanza, el amor y todo lo que yo no tenía”. La imagen de la bailarina la deslumbrada, en medio de una atronadora guerra civil en su natal Sierra Leona.
Con el paso del tiempo recordó y reabrió sus sufrimientos y cicatrices, ya curados de tantos infortunios y sinsabores. Pero triunfó por sobre todo, hasta que acaba de fallecer.
Seguirá bailando por toda la eternidad…