Cuando se habla de fe en la República Dominicana, es imposible no pensar en la Virgen de las Mercedes, o como cariñosamente le llaman, “La Merced”. Esta advocación mariana no es solo un símbolo religioso; es una parte viva de la cultura y tradición dominicana.
Cada 24 de septiembre, miles de devotos se lanzan a la calle, a la iglesia y, especialmente, al Santo Cerro en La Vega, un lugar que se ha convertido en el epicentro de la devoción hacia la patrona del pueblo dominicano.
Desde tiempos coloniales, la Virgen de las Mercedes ha estado presente en la historia del país. Se cuenta que fue en una de las tantas batallas entre españoles y taínos cuando ella hizo su primera aparición milagrosa. Y desde entonces, su figura ha sido vista como un símbolo de protección y esperanza, no solo para los fieles, sino para toda la nación. No es raro ver casas, negocios y hasta vehículos con su imagen, como una especie de escudo contra las adversidades del día a día.
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La devoción hacia “La Merced” va mucho más allá de los rezos. Para los dominicanos, es una mezcla de fe, cultura y un poco de ese “tumbao” que solo nosotros tenemos. En las calles, se escuchan historias de milagros atribuidos a la Virgen, desde sanaciones inesperadas hasta ayuda en momentos de crisis económica. Cada historia es un testimonio más de cómo los dominicanos encuentran en ella un refugio espiritual.
En el Santo Cerro, se vive una de las peregrinaciones más impresionantes del país. Familias completas, jóvenes, viejos, e incluso aquellos que no se consideran muy religiosos, suben el cerro con velones, ofrendas y promesas. Muchos caminan descalzos en señal de sacrificio, otros llevan sus preocupaciones en el alma y las depositan a los pies de la Virgen, con la esperanza de que ella interceda y les dé esa ayudita divina que tanto necesitan.
La festividad de la Virgen de las Mercedes es un evento social que mueve a la comunidad. En los barrios, no falta la gente que organiza rezos y procesiones improvisadas, y en los pueblos, las fiestas patronales toman un color especial. Es un tiempo donde la fe se vive en las esquinas, en las esquinas y en cada rincón donde haya un dominicano dispuesto a compartir su creencia.
Además, la Virgen de las Mercedes no discrimina. Es la patrona de los presos, de los enfermos y de los que se sienten perdidos. Su manto es visto como un refugio para todos los que la buscan con fe, sin importar su condición. Esto la hace una figura especialmente querida por aquellos que sienten que la vida no siempre les ha dado las mejores cartas. Para ellos, “La Merced” es como esa madre que siempre está dispuesta a escuchar, a consolar y, sobre todo, a dar esperanza.
Los dominicanos sabemos que, aunque el día a día pueda ser duro, siempre se puede encontrar un rayito de luz en la fe. Y para muchos, ese rayito lleva el rostro de la Virgen de las Mercedes. Su imagen está en nuestras casas, en nuestras iglesias y, más que nada, en nuestros corazones. Porque más allá de la religión, ella es un símbolo de la identidad dominicana, una conexión con nuestras raíces y un recordatorio de que, pase lo que pase, no estamos solos.
Por: Itzel Olivo