Desde la llegada de la Barrick Gold a Cotuí, Sánchez Ramírez, la vida de miles de familias han experimentado un cambio drástico, que ha mermado su modo de vida, que no lo compensa el reasentamiento involuntario que propone la empresa.
Tal es el caso del señor Juan Abreu, quien tiene 12 hijos y 81 años residiendo en El Rayo, una de las comunidades afectadas por la pretensión de la minera canadiense de construir una presa de cola.
Ante las cámaras de N Investiga, el señor Juan Abreu relata que desde que la mina se instaló en Cotuí, su modo de sustento se ha vuelto poco productivo, debido a que en su finca podía tumbar hasta 40 sacos de cacao, una suma muy superior a los solo cinco o seis sacos que puede sacar desde hace 4 años.
Desde el patio de su casa, levantada en un terreno de 138 tareas, se observa el imponente muro de la presa El Llagal, que viene funcionando desde 2008 y no cuenta con más espacio para los desechos.
La nueva presa inicialmente sería construida en Yamasá, Monte Plata, pero ante la resistencia de los moradores, se decidió construir justo al lado de la primera presa, en cuyas inmediaciones viven familias desde hace más de 80 años, como es el caso de Juan Abreu
“Nada más nos divide el río, el riiito y todo esto porque me han hortajao para que no me lo sequen, porque me lo querían secar”, dice Abreu.
Abreu tampoco se ve en otro sitio que no sea El Rayo, por lo que rechaza el proyecto habitacional que construye la minera para reasentar a las comunidades, unas 650, afectadas por la construcción de la presa. Dice que solo “muerto” lo sacan de ahí
También, el apartamento que construye la minera cuenta con espacio insuficiente para poder instalar toda su familia, compuesta por 11 hijos, que residen con él en la finca ubicada en El Rayo.
La crítica hacia el proyecto habitacional propuesto por la minera es clara: las nuevas viviendas, aunque ofrecidas como una solución, no garantizan el acceso a las tierras fértiles que han sustentado a estas comunidades por generaciones. La distancia y la falta de recursos para cultivar son preocupaciones válidas que reflejan una desconexión entre las necesidades de las comunidades y las soluciones que se les ofrecen.
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