Por: Luis Alberto Fernandez
Samaná, República Dominicana, es uno de los polos turísticos más hermosos y atractivos para visitantes extranjeros y locales, se caracteriza por el trato humano y agradable de sus lugareños, su belleza natural y una gastronomía exquisita.
Esta provincia costera, rodeada de las playas más hermosas del mundo, sus ríos de aguas cristianas, una vegetación formidable y cientos de atractivos naturales que encantan a los que la visitan.
Las promesas no cumplidas hechas por gobiernos y los intereses de otros polos turísticos que compiten comercialmente, sumándoles la dejadez de los funcionarios públicos y empresarios que viven en Samaná, la han llevado de mostrar sus excelentes atributos al mundo, a ocultar una cruda realidad donde sus moradores aún en pleno siglo XXI deben transportar a sus fallecidos como indígenas, por la falta de caminos y carreteras.
Los moradores de la comunidad Cabeza de Toro transportan a un difunto como en los tiempos antiguos (como indígenas), los vehículos no pueden transitar las vías, y esa como otras comunidades que están a poco tiempo de distancia de lugares como Las Terrenas que es la capital económica de la provincia Samaná, sufren el abandono y la angustia de que nadie los escucha, mientras sus políticos, comerciantes y otros se benefician de sus males.
En Samaná podemos observar que solo sus calles principales las han adornado y mantienen limpias, mientras que a pocos metros sus barrios viven en medio de una pobreza extrema que muestra la otra cara de la provincia. Sus playas, ríos y demás atractivos naturales son fuentes de recursos de los cuales sólo unos cuantos se benefician, mientras que los que no son parte de un grupo político sufren día tras día al tener que recoger las migajas que los grandes dejan caer.
Imagen: Federico Roustand