NOVO PROGRESSO, BRASIL — A principios de agosto, Adecio Piran escribió un artículo para el sitio web de noticias de este pueblo de la Amazonia anunciando un “Día del Fuego”, que comenzaría el 10 de agosto. La publicación insinuaba una labor delincuencial coordinada entre los terratenientes locales y los ganaderos para quemar la selva tropical recién despejada, gran parte de ella situada en terrenos públicos. Los organizadores anónimos de esta acción colectiva, escribió Piran, querían captar la atención del presidente Jair Bolsonaro.
“Debido al mayor índice de deforestación en esta zona, la gente estaba diciendo que al mismo tiempo tuvieron que provocar incendios para llamar la atención del presidente”, señaló Piran. “Para demostrar que aquí hay productores que quieren impulsar la ganadería, la agricultura y la productividad en la región”.
No obstante, días después, cuando el humo y el fuego en toda la Amazonia captaron la atención internacional y provocaron la indignación y el repudio de todo el mundo por la negligencia de Bolsonaro en relación a la protección del medioambiente, Piran afirmó que lo habían amenazado y le habían dicho que bajara su artículo del sitio noticioso Folha do Progresso. Cuando él se rehusó a hacerlo, recibió amenazas de muerte. Tuvo que huir del pueblo por un tiempo y buscó la protección de la policía.
En septiembre viajé a este pueblo fronterizo con un equipo de filmación para investigar sobre el llamado Día del Fuego y conocer a los productores locales que al parecer se burlaban descaradamente de las leyes brasileñas para proteger el medioambiente.
Este año, el cercano Bosque Nacional Jamanxim, que es una selva tropical protegida por el gobierno federal y con un tamaño mayor al de Puerto Rico, perdió 11.655 hectáreas de superficie forestal, la peor deforestación en todas las zonas protegidas de la Amazonia brasileña. Los satélites de Brasil confirman que gran parte de esa tierra despejada fue incendiada el 10 de agosto.
Para cuando llegué a Novo Progresso a principios de septiembre, el Ministerio Público independiente de Brasil había anunciado una investigación federal relacionada con una posible conspiración delictiva para prender fuego, y los terratenientes rurales y los ganaderos negaban que hubiera existido el Día del Fuego. La policía civil de Novo Progresso ya había concluido que fue una simple coincidencia de tiempo.
No obstante, cuando hablé con los líderes sindicales y los ganaderos, estos admitieron sentirse envalentonados por Bolsonaro y por la oportunidad de revertir una injusticia de varias décadas y actuar contra la creación de unidades federales de conservación, como el Bosque Nacional Jamanxim.
El alcalde de Novo Progresso, Ubiraci Soares Silva, recibió multas en 2009 y 2017 por destruir un total de 315 hectáreas de selva tropical intacta dentro del Bosque Nacional Jamanxim, luego usó una parte de esos terrenos para apacentar al ganado.
En 2018, un informe del Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria de Brasil vincula a Agamenon da Silva Menezes, líder del Sindicato de Productores Rurales de Novo Progresso, con programas de apropiación ilegal de tierras, un vínculo que él niega.
“La Amazonia nos pertenece. Conservaremos la Amazonia, pero la conservaremos de acuerdo con nuestras necesidades, no con las necesidades del mundo”.
Menezes me llevó en auto por todo Novo Progresso en dirección a la reserva de Jamanxim, establecida por el gobierno en 2006.
“Cuando crearon el Bosque Nacional Jamanxim, lo hicieron donde había aproximadamente 400 familias. Y siguen trabajando ahí”, señaló Menezes. “Por eso hay deforestación e incendios; porque esa gente está enojada a causa de las disposiciones de los gobiernos anteriores”.
Menezes me invitó a un asado en un pueblo vecino. El ambiente parecía más un mitin político populista que una parrillada. Los agricultores y ganaderos locales vociferaban en contra de los organismos de protección ambiental de Brasil y contra las ONG que trabajaban para conservar la Amazonia. Los dirigentes regionales pregonaban que Bolsonaro era un aliado en su lucha por acabar con las restricciones federales sobre el uso de la tierra y por adquirir títulos de propiedad privada.
El vestíbulo lleno de productores rurales captó la atención y el oído comprensivo de Nabhan Garcia, secretario especial de asuntos agrarios, a quien Bolsonaro nombró este año para que se hiciera cargo de la reforma agraria en el Ministerio de Agricultura. El mismo Garcia es agricultor y ganadero y tiene una larga historia como defensor del grupo de cabildeo agrícola de Brasil, conocido como los ruralistas.
Garcia calificó al Día del Fuego como “locuras” y mentiras elaboradas por una prensa “antipatriótica”. También le hizo una promesa política a la multitud bulliciosa: “Todos ustedes, los pobladores, tendrán sus títulos. Además, estamos evaluando con detalle estas lamentables unidades de conservación y las ampliaciones de las tierras indígenas”.
c. 2019 The New York Times Company