WASHINGTON — El acuerdo del cese al fuego con Turquía por parte del vicepresidente Mike Pence equivale a una victoria casi total para el mandatario turco, Recep Tayyip Erdogan, quien gana territorio, recibe pocas sanciones y parece haber superado al presidente Donald Trump, en términos de tácticas.
Lo mejor que puede decirse a favor del acuerdo es que quizá evite la masacre en el enclave kurdo del norte de Siria. Sin embargo, el costo para los kurdos, aliados de Estados Unidos desde hace tiempo en la lucha contra el Estado Islámico, es elevado: incluso los funcionarios del Pentágono estaban desconcertados por el destino de las decenas de miles de kurdos desplazados mientras se trasladaban al sur desde la frontera entre Turquía y Siria como lo exigía el acuerdo, si es que deciden marcharse.
Además, el costo para la influencia estadounidense, aunque es difícil de cuantificar, podría ser aterradoramente alto.
En los once días transcurridos entre la fatídica llamada telefónica de Trump con Erdogan y el viaje a Ankara de Pence y el secretario de Estado Mike Pompeo el 17 de octubre, Estados Unidos ha cedido territorio en Siria —incluyendo bases estadounidenses— a Bashar al Asad, dictador sirio respaldado por Rusia. Además, ha afectado la fe de los aliados estadounidenses en que, en una época de tensión, Washington los apoyará.
“Parece como si Estados Unidos hubiera cedido completamente a todo lo que exigían los turcos”, comentó Eric S. Edelman, exembajador en Turquía y funcionario de alto nivel del Departamento de Defensa durante el gobierno de George W. Bush. “No sé qué dieron a cambio los turcos”.
De hecho, si se levantan las sanciones que impuso el gobierno de Trump a Turquía, como dijo Pence que ocurriría, el líder turco pagaría un precio mucho más bajo que Rusia por su anexión de Crimea en 2014. Además, las sanciones impuestas a Moscú siguen vigentes.
Sin embargo, hay otros ganadores además de Erdogan, quien ha derrotado a los grupos kurdos que considera terroristas que estaban viviendo en un protectorado estadounidense.
El principal aventajado es el presidente ruso Vladimir Putin, quien obtiene una gran influencia en una zona estratégica del Medio Oriente donde, hasta 2015, no tenía casi ninguna. Ahora es un participante más, y ya está llenando el vacío territorial y político que Trump dejó tras acordar dejarle el camino libre a la invasión turca de Siria, mientras que había un pequeño contingente de fuerzas de Operaciones Especiales de Estados Unidos ahí para evitarlo tan solo con su presencia.
Irán también resultó beneficiado. Desde hace tiempo ha usado a Siria como ruta para enviar misiles a Hezbolá y ejercer su poder en toda la región. En muchos aspectos, esa es la parte más desconcertante de la retirada decidida por Trump, porque se opone a su campaña de “presión máxima” contra los líderes clericales de Irán y la Guardia Revolucionaria.
Y al Asad, quien apenas se aferró al poder tras la Primavera Árabe de 2011, y cuyos centros militares fueron bombardeados por Trump durante los primeros meses de su presidencia en 2017, está más seguro en el poder que antes. Los estadounidenses se fueron del único rincón de Siria que alguna vez ocuparon.
Trump tiene una visión distinta, lo cual no es sorprendente, dadas las críticas bipartidistas que recibió después de no haber podido detener a Erdogan durante su conversación telefónica ni amenazar con imponer sanciones antes de la invasión, en vez de hacerlo después de que cambió la situación en el campo de batalla.
“Estoy feliz de informarles que tuvimos un gran avance en el asunto de Turquía”, les dijo Trump a los reporteros después de que su vicepresidente y su secretario de Estado anunciaron el acuerdo. “Este es un resultado sorprendente. Es un resultado, sin importar que la prensa quiera menospreciarlo. Fue algo que estuvieron tratando de hacer durante diez años”.
La alegría de Trump quizá refleje una cosmovisión distinta a la de sus fuerzas militares, sus diplomáticos o los líderes republicanos que dicen que ha perjudicado la reputación y la influencia de Estados Unidos. Mientras que su partido, y los demócratas, lo acusaban de traicionar a los aliados y de ayudar a Rusia, Trump insistió en que simplemente estaba cumpliendo con lo que prometió durante su campaña cuando dijo que traería a casa a los soldados que han estado en “guerras interminables”.
Los republicanos también desafiaron el acuerdo al que se llegó en Ankara.
“El anuncio de hoy se está presentando como una victoria, pero está lejos de serlo”, dijo el senador republicano de Utah, Mitt Romney, en el Senado el 17 de octubre. “Dados los detalles iniciales del acuerdo del cese al fuego, el gobierno también debe explicar cuál será el papel de Estados Unidos en la región, qué pasará ahora con los kurdos y por qué Turquía no enfrentará consecuencias evidentes”.
Además, señaló Romney, “el cese al fuego no cambia el hecho de que Estados Unidos abandonó a un aliado”.
En el Pentágono, la tarde del 17 de octubre, los altos funcionarios se esforzaron para entender cómo debían llevar a la práctica el acuerdo que habían negociado Pence y Erdogan.
Varios civiles y funcionarios militares se quejaron de que el acuerdo redactado en tono muy general dejó grandes brechas logísticas y de políticas que debían llenarse, y tenían muchas preguntas acerca de cómo realizar los compromisos por parte de ambos bandos que parecían contradecir la situación que cambia con tanta rapidez en la práctica.
Con la retirada de alrededor de mil estadounidenses ya en proceso, ¿cómo es que esas fuerzas llevarían a cabo operativos de contraterrorismo con las fuerzas militares turcas, como Pence insistió en que lo harían?, se preguntaron los funcionarios. ¿Los kurdos sirios cumplirían totalmente con un acuerdo de retroceso al que no contribuyeron casi nada y en el que son los perdedores evidentes?
Sus preguntas no acabaron ahí. ¿Cuán grande y profunda es la zona de contención dentro de Siria que debía proporcionarle a Turquía una zona segura entre su frontera y los combatientes kurdos? La zona segura original que Estados Unidos y Turquía concibieron tenía una longitud de 120 kilómetros y alrededor de 32 kilómetros de profundidad. No obstante, se eliminó cuando Trump consintió la invasión, y ahora las fuerzas turcas han llegado más allá de esa zona.
¿Y qué pasa con las fuerzas de al Asad y los aliados rusos, a quienes los kurdos sirios recurrieron después de que fueron abandonados por los estadounidenses?
Tampoco se sabe si exigirán que Turquía retire a todas o solo a algunas de las fuerzas que envió a través de una frontera soberana hacia Siria (un funcionario dijo que uno de los motivos por los que Turquía había aceptado el acuerdo del 17 de octubre es que los kurdos han opuesto más resistencia, por lo que las fuerzas turcas no pudieron avanzar más hacia al sur).
Varios funcionarios del Pentágono, del Departamento de Estado y oficiales militares que han trabajado en las políticas relacionadas con Siria o que se han instalado en el noroeste del país expresaron su sorpresa, indignación e incredulidad después de que, en menos de dos semanas, el gobierno estadounidense hiciera una segunda gran concesión a Erdogan.
Estos funcionarios señalaron que Erdogan era el gran ganador, y parecía haber obtenido todo lo que quería.
Los funcionarios del Ejército indicaron que estaban impactados de que el acuerdo básicamente permitía que Turquía se anexara una porción de Siria, desplazara a decenas de miles de residentes kurdos y acabara con años de avances en materia de contraterrorismo en relación con el Estado Islámico.
c. 2019 The New York Times Company