A lo largo de nuestra vida las células del organismo van cambiando, es decir experimentan alteraciones genéticas. Pero que no cunda el pánico: en la mayoría de los casos estos cambios son inocuos, porque responden a un mecanismo programado de multiplicación celular y muerte celular, que sucede de manera ordenada.
Sin embargo, pueden ocurrir alteraciones genéticas que provoquen que las células ignoren estas órdenes y comiencen a multiplicarse de manera aberrante, dando como resultado un cáncer. Los tumores pueden producirse como resultado de alteraciones en el epigenoma, ocasionadas por factores internos, por un error en el procesamiento del ADN; o externos, como la radiación solar, el humo del tabaco, o algunas sustancias tóxicas.
En busca de la huella mutacional
Para llevar a cabo el estudio, los investigadores obtuvieron de la Hartwig Medical Foundation de Holanda la secuencia de los genomas de tumores metastásicos de más de 3.500 pacientes, así como información de los tratamientos que recibieron. Mediante métodos bioinformáticos pudieron identificar para cada uno de los tratamientos contra el cáncer más comunes un patrón concreto en las mutaciones de las células de los pacientes, es decir, una “huella mutacional” de las terapias.
“Una vez identificada esta “huella” podemos cuantificar las mutaciones producidas por cada quimioterapia en el ADN de los pacientes, así como las producidas por combinaciones de tratamientos”, explica López-Bigas. “Hemos comparado esta medida con las alteraciones genéticas debidas a procesos endógenos naturales de las células. Hemos calculado que durante el tiempo de tratamiento algunas de estas quimioterapias causan alteraciones en el ADN a un ritmo entre cien y mil veces más rápido del que esperaríamos en una célula”.
El objetivo del estudio es mejorar los tratamientos que se emplean hoy en día para luchar contra el cáncer. López-Bigas pone como meta aprovechar el potencial de la quimio para destruir las células tumorales a la vez que minimizar la cantidad de mutaciones inducidas en las células sanas. “Esto se conseguiría mediante una equilibrada combinación de dosis y duración de tratamiento”, apunta.
El estudio ha sido financiado por el Consejo Europeo de Investigación, el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y el Departament d’Empresa i Coneixement de Catalunya. Oriol Pich cuenta con una beca del Barcelona Institute of Science and Technology (BIST).