¿Por qué no se casan los sacerdotes católicos? - N Digital
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¿Por qué no se casan los sacerdotes católicos?

Reza un dicho popular que “Los clérigos saben más acerca de las mujeres que los casados; si no fuese así, ellos también se casarían“. Dejando a un lado este dicho, un tanto despectivo para las mujeres que pasan por el altar, juzgado o ayuntamiento, veamos como se ha tratado el tema del celibato en la Iglesia católica a lo largo de la historia.

En los primeros siglos de la cristiandad, hasta el Concilio de Elvira, celebrado en la provincia de Granada a comienzos del siglo IV, el celibato casi ni se sabía qué era. De hecho, tanto San Pedro, al que consideraremos el primer Papa, como los apóstoles y casi todos los presbíteros estaban casados. En este concilio se determinó que…

Se ha decidido por completo la siguiente prohibición a los obispos, presbíteros y diáconos o a todos los clérigos puestos en ministerio: que se abstengan de sus mujeres y no engendren hijos; y quien quiera lo hiciere, sea apartado del honor de la clerecía.

Prohibido dormir con la esposa la noche antes de celebrar misa.

En el Concilio de Nicea (325) se intentó dar un paso más….

Se prohibió el matrimonio tras la recepción de órdenes mayores; es decir, los obispos, presbíteros y los diáconos no podían casarse después de ser ordenados, pero no se prohibe la ordenación de los que ya eran casados.

Prohibición absoluta a los obispos, a los sacerdotes y a los diáconos, y en pocas palabras a todos los miembros del clero, tener consigo una mujer para el servicio, a menos que se trate de una madre, una hermana, una tía o en fin sólo aquella persona que se sustrae a cualquier sospecha.

En el Segundo Concilio de Cartago (390) se insistía en el tema de la castidad…

Conviene que los que están al servicio de los misterios divinos practiquen la continencia completa.

En el Primer Concilio de Toledo (400), se aprobaron algunas perlas como estas…

Que el clérigo cuya mujer pecare, tenga potestad de castigarla sin causarle la muerte, y que no se siente con ella a la mesa.

Si la viuda del sacerdote o del levita se volviere a casar, sólo recibirá la comunión al fin de su vida.

Y en el Segundo Concilio de Tours (567) otras del mismo estilo…

Cualquier clérigo que se encuentre en la cama con su esposa será excomulgado por un año y apartado del sacerdocio.

Dos monjes no podrán dormir en la misma cama.

En el Tercer Concilio de Toledo (589)…

La mujeres de los clérigos que pecaren con otro debían ser vendidas como esclavas y el precio se dará a los pobres.

En el Sínodo de Pavía (1018) se prohibió a los clérigos legar propiedades de la Iglesia a su prole. El Papa Nicolás II ordenó la excomunión de los sacerdotes casados que no repudiasen a sus esposas y prohibió a los laicos participar en misas celebradas por ellos –y de este Papa el nicolaísmo, que así se denomina en la Iglesia católica a todo lo relativo al matrimonio o amancebamiento de clérigos-. En el Sínodo de Melfi (1089), el Papa Urbano II impuso la esclavitud a las esposas de los sacerdotes y que sus hijos fuesen abandonados.

Celibato

Y así podemos seguir y seguir… Encontraremos que dependiendo de qué Papa estuviese al frente de la Iglesia, de qué concilio hubiese sido el último y de dónde se celebró, el celibato se tenía más o menos en cuenta. Donde se empezaron a sentar las bases del actual sentido de celibato fue en el Primer Concilio de Letrán (1123) convocado por el Papa Calixto II

Se prohíbe el matrimonio a los sacerdotes, diáconos, subdiáconos, y monjes. También se prohíbe mantener concubinas y la permanencia en sus casas de cualquier mujer diferente a las admitidas por el Concilio de Nicea. Los matrimonios en vigor de los clérigos son nulos de pleno derecho, y los que los hubiesen oficiado son declarados pecadores y obligados a confesión.

La confirmación de esta doctrina se produjo en el Concilio de Trento (1545-1563) donde se “ordenaba crear seminarios especializados para la formación de los sacerdotes y se confirmaba la exigencia del celibato clerical”. Respecto al porqué, hay dos versiones: una, la versión de la Iglesia, por la necesidad de que los clérigos se consagren exclusivamente a Dios; y otra, la versión económica, por el peligro de que un obispo casado dejase en herencia a sus hijos los bienes de la Iglesia.

 

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