China sigue sin controlar la producción de fentanilo y continúa inundando al mundo con la adictiva droga - N Digital
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China sigue sin controlar la producción de fentanilo y continúa inundando al mundo con la adictiva droga

“El fentanilo es un fuerte opioide sintético similar a la morfina, pero entre 50 y 100 veces más potente”. Esa es la definición que da el National Institute on Drug Abuse de los Estados Unidos sobre una de las drogas más mortales y epidémicas que sufre la población de ese país, la de Canadá y Europa. China es gran responsable de este drama humanitario y por el momento parece mirar para otro lado: no hace nada para detener su producción ilegal.

El pasado 1 de diciembre el régimen de Beijing había prometido al mundo que controlaría y daría caza a aquellos laboratorios clandestinos y a los responsables de traficar el poderoso estupefaciente a decenas de ciudades americanas y europeas. Sin embargo, las medidas -si es que fueron tomadas- parecen inocuas.

El fentanilo -en términos más específicos- es un agonista narcótico sintético opioide. Su consumo continuado provoca una dependencia muy difícil de combatir y en los Estados Unidos es considerado parte de la epidemia de opioides que inundan parte de su sociedad.

Es mortalmente potente: dos miligramos de fentanilo es una dosis letal para un adicto. Sus consumidores lo suelen mezclar con heroína, cocaína o metanfetamina camuflándolos en envoltorios de pastillas legales para no ser sorprendidos por las autoridades. El fentanilo que se consume ilegalmente se vende en forma de polvo, vertido en gotas sobre papel secante, en envases de gotas para los ojos o rociadores nasales o en pastillas parecidas a las de otros opioides recetados.

Las cifras son escalofriantes. En 2017 -el año más reciente del que se posee información oficial- el fentanilo y otros opioides similares mataron a casi 49.000 personas en aquel país. En el Reino Unido, en tanto, la preocupación va en aumento, mientras las autoridades pudieron determinar que el origen de la droga era el mismo: China. Las estadísticas de salud de Canadá reflejaron que en 2017 el 72% de las muertes relacionadas con el abuso de opioides involucraban fentanilo, un aumento del 55% respecto a 2016.

Las estadísticas oficiales para este 2018 que terminó no serán alentadoras pese a las campañas que los gobiernos de América del Norte y Europa lanzaron entre sus habitantes. Sólo en el primer trimestre del año pasado, las muertes por sobredosis de opioides -la mayoría fentanilo- habían ascendido a 29 mil en Estados Unidos, según Centers for Disease Control and Prevention.

Del Señor de los Cielos a los “micro-envíos”

El sistema de tráfico no es el mismo que emplean los carteles de las drogas colombianos y mexicanos. Para este pequeño producto no hacen falta aviones cargados de cocaína o marihuana que despeguen de pistas improvisadas en Colombia o Venezuela y que lleguen a los Estados Unidos o alguna isla caribeña de forma clandestina.

Por el contrario, estas pastillas potencialmente mortales llegan desde China por correo público o privado –US Mail, FedEx o UPS– a las viviendas de sus consumidores. Sin ningún tipo de prescripción médica. En dosis pequeñas, estos “micro-envíos” -como se denominan- resultan imposibles de rastrear para las autoridades. La forma de pago también es dificultosa de seguir: los adictos utilizan bitcoins como moneda.

El secuestro en la frontera entre México y Estados Unidos de un cargamento de fentanilo (CBP Arizona)

El secuestro en la frontera entre México y Estados Unidos de un cargamento de fentanilo (CBP Arizona)

Las regulaciones y los monitoreos de la industria farmacéutica china son casi inexistentes. Y más allá de su escaso poder de control, el régimen no es ajeno a la complicidad. Los traficantes de todo el mundo consiguen por correo fentanilo en polvo, químicos y sus respectivas máquinas procesadoras para fabricar la droga que después distribuirán entre sus clientes, de acuerdo a un informe de la BBC.

El “negocio” es uno de los más rentables para los narcotraficantes. Un reporte compartido por la DEA -la agencia de control de drogas de los Estados Unidos– estimó que, mientras un kilogramo de heroína se vende en el mercado negro por alrededor de USD 80.000, la misma cantidad de fentanilo puede alcanzar casi los 2 millones de dólares.

Otra de las ventajas “comparativas” de esta droga es que su traslado es sencillo de ejecutar y una bolsa del paquete de un kilo de azúcar puede contener hasta 500 pastillas.

En China, uno de los principales productores de este producto era el conocido clan Zheng, el mismo que llegó a jactarse en su sitio web de poder “sintetizar casi cualquier droga”. Está compuesto por Fujing Zheng, de 35 años, y su padre, Guanghua Zheng, de 62 años, ambos de Shanghai. Su organización vendía fentanilo -y otros narcóticos- en sitios web publicándolos en 35 idiomas diferentesy prometiendo un servicio de garantías digno de grandes firmas multinacionales.

Les advertía a sus usuarios que si un envío no llegaba a destino o era incautado por las autoridades de sus países, el dinero les sería devuelto, de acuerdo a un informe publicado por el diario Los Angeles Times. Ni Pablo Escobar Gaviria había logrado tal servicio de fidelización con sus “clientes”.

El clan Zheng extendió sus tentáculos de fentanilo a 25 países y 35 estados norteamericanos. La puerta de entrada de su droga al país era México. Lo sigue siendo. Con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador las cosas no han cambiado.

Los laboratorios clandestinos chinos –Zheng incluido- envían pequeñas dosis a los consumidores de los Estados Unidos, pero a granel a los grandes carteles mexicanos. Una vez allí, estas organizaciones lo mezclan con su heroína y vuelve a contrabandearse a través de la frontera.

Por el momento, el férreo régimen chino no logra controlar la producción de centenares de laboratorios que sintetizan la peligrosa droga. Algunos sospechan que no quieren golpear a una de las industrias más prósperas. Las mismas que consiguen dólares frescos en tiempos de guerra comercial.

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