El informe médico del que reproducimos un extracto pertenece al caso más grave de las siete personas a las que la leonesa de 24 años Natalia T. presuntamente envenenó con escopolamina -conocida como burundanga, la droga que anula la voluntad- para robarles usando sus tarjetas de crédito. Se apropió, según la Guardia Civil de León, de 41.000 euros en total.
“Diagnóstico: intoxicación involuntaria por escopolamina”, se lee en el parte médico de esta joven, también de 24 años, a la que mantendremos en el anonimato y mencionaremos con el nombre supuesto de María. Su análisis de orina recoge una concentración de 37,05 microgramos de escopolamina por milímetro. Estuvo siete días ingresada en el hospital, los tres primeros en la UCI. “Los médicos decían que no sabían lo que tenía, que todas las pruebas estaban bien. Se encontraba como cuando estás en coma, muy grave, no reaccionaba a nada. Nos pusieron en lo peor”, cuenta una persona que conoce de primera mano el episodio.
El caso de María es también el único de los siete en el que se ha podido documentar la existencia de escopolamina en su organismo, puesto que la sustancia, muy volátil, desaparece a las seis horas de la sangre y a las 12 de la orina. Aún había trazas en su cuerpo porque reaccionó muy rápido a su ingesta. Sólo un par de minutos después de tomarla ya se sentía indispuesta y mareada.
Sobre las 12.00 horas del 2 de enero de 2018, María acudió a visitar a Natalia, su amiga desde la infancia, a Villaobispo (León), donde la reina de la burundanga, según ha sido bautizada mediáticamente, reside con su madre. María le llevaba la invitación de su boda. Natalia sugirió ir a un bar cercano, el mismo local que refieren todos los intoxicados como el lugar donde comenzaron a sentirse mal tras tomar algo con ella. “Todas las víctimas cuentan lo del bar, incluso alguna recuerda que se quedó en la terraza y ella fue a por las bebidas. Creemos que los llevaba a este bar porque está cerca del banco y si se esperaba mucho, como se ha visto, acababan en el hospital. No sabía muy bien la dosis y se pasaba”, cuenta uno de los investigadores.
Oficialmente las presuntas víctimas son cinco, porque dos de ellas no han denunciado. Se trata del propio abuelo de Natalia, un anciano de 90 años intoxicado en dos ocasiones, según la Guardia Civil, y de otro familiar. Sólo en el caso de María hay evidencia analítica de que tomara burundanga, pero lo que le sucedió a los siete es calcado: ingresaron en el hospital con los mismos síntomas, estaban con Natalia cuando empezaron a sentirse mal y les faltaba dinero de sus cuentas. Cuatro eran hombres y tres mujeres, amigos o familia.
Antes de sentarse a tomar una cerveza con Natalia, María le había contado a su amiga que tenía que ir a sacar 100 euros para comprarle un regalo a su novio. Las imágenes de vídeo que difundió la semana pasada la Guardia Civil para documentar el caso fueron captadas minutos después. Se ve a María (con chaquetón verde) entrando en el cajero detrás de Natalia. Los movimientos de la chica son torpes, titubeantes. Realizan la operación y salen. María se ayuda cogiéndose del brazo de Natalia. Acto seguido, las dos amigas se dirigen en el coche de María a un centro comercial para comprar el regalo. María se encuentra tan mal que decide ir al hospital. A las 12.30 horas, sólo media hora después de ingerir la burundanga, ingresa por urgencias. La acompaña Natalia.
Puesto que el desvío de dinero de la cuenta de María a la de Natalia se hizo, según los registros bancarios, cuando María ya estaba en el hospital, la reconstrucción de lo sucedido no puede ser otra que esta: Natalia, siempre supuestamente, aprovechó para memorizar la clave de María cuando esta sacó dinero, se quedó con sus tarjetas y, tras dejarla en el hospital, realizó una transferencia de fondos a su cuenta desde un cajero. En total, entre lo transferido y el dinero en metálico del que disponía María, 1.700 euros.
La persona que nos informa al detalle de lo sucedido reproduce así el diálogo entre Natalia y la pareja de María al verse en el hospital.
– Natalia, ¿y las cosas de María?
– Aquí tienes su cartera.
– ¿Y dónde están las tarjetas de María, Natalia?
– No sé, igual se han quedado en mi casa. Voy a buscarlas.
Al rato, Natalia regresó con ellas.
– ¿Y por qué tenías tú sus tarjetas?
– Me las estuvo enseñando porque el banco con el que estáis tiene unas tarjetas muy chulas.
El 4 de enero, María salió de la UCI, su pareja puso una denuncia y Natalia T. fue detenida. Estuvo en prisión hasta hace un mes, cuando se le concedió la libertad provisional. “La Audiencia Provincial de León estimó nuestro recurso, evidentemente porque apreció que no existía riesgo de destrucción de pruebas ni reiteración delictiva”, dice Carlos López Fuertes, abogado de Natalia. Es la propia Natalia la que nos remite a él cuando la llamamos para pedirle su versión: “Yo no voy a decir nada”.
Antes de darle voz a la defensa, regresemos a octubre de 2018, cuando arranca la llamada operación black. Natalia T. se presenta en la comisaría de León con un relato inconsistente. “Denuncia una presunta extorsión. Supuestamente va en su coche, la paran dos individuos, se montan en su coche, la amenazan, le dan unos golpes, le arrancan el sujetador y le exigen una deuda de 200.000 euros que supuestamente ha contraído un familiar suyo”, explican en la comisaría. “Lo que dice no nos cuadra. Primero dice que ha habido agresión sexual y luego que no, no permite que la examine el médico forense. Revisamos las cámaras y en su coche iba siempre sola…”.
Los agentes investigaron igualmente la supuesta deuda. “Un testigo nos relata que un familiar [el abuelo] estaba en ese momento en el hospital, que le había desaparecido dinero, que le sonaba muy extraño porque justo antes había estado con esta joven y que no era la primera vez que le pasaba…”.
“¿Puede ser que alguien le intoxicara para quitarle el dinero?”, preguntó la Guardia Civil a los médicos que atendían al anciano. “No buscamos un envenenamiento de este tipo porque suele darse en personas jóvenes y con móvil sexual. Pensamos que sufría un ictus”, respondieron. Y alertaron de algo: “Tenemos otro caso que se parece mucho”.
La investigación concluyó que tres personas habían sido envenenadas antes que el abuelo y otras tres después. La primera, en febrero de 2018, poco después de que Natalia comprara la burundanga. Según la investigación, la adquirió por email en México y, aunque aún está pendiente el informe de la transferencia que realizó para saber cuánto compró, el pedido mínimo que la empresa ofertaba era de tres frascos de 20 ml. por 220 euros. “En su casa hallamos varios botes con una sustancia trasparente pero dieron negativo”, dice la Guardia Civil. No se ha encontrado escopolamina en poder de Natalia, pues.
Sí se hallaron documentos falsos que Natalia elaboraba días antes de dar los golpes para facilitarles a las víctimas una justificación de en qué habían gastado el dinero. Como el resguardo del pago de 9.000 euros por un supuesto viaje a las antípodas. “Ha cometido todo tipo de estafas, de alquileres de piso, por ejemplo, era una estafadora compulsiva”, explica la Guardia Civil.
En algunos casos, al día siguiente de los extractos bancarios, Natalia hacía grandes ingresos en Pokerstars. Y ante sus amigos y familias justificaba su nivel de vida por su habilidad con el juego online. En la adicción al póker precisamente está la clave de su defensa, según se desprende de las palabras de su abogado. “Está diagnosticada de trastorno límite de la personalidad y así lo ha reconocido ella en presencia judicial. Y no es desconocida la ludopatía de la que estaba -y hablo en pasado- afectada. Reiteramos nuestra petición de perdón a aquellas personas que hayan podido sentirse ofendidas”, dice Carlos López Fuertes. “Cuando esté más avanzada la investigación, se verá la posibilidad de reconocer parte de los hechos, no todos los denunciados. Ciertas personas están aprovechando la coyuntura para obtener beneficio civil”.