El juego de baloncesto estadounidense contra el juego duro de China. ¿Adivinen quién ganó? - N Digital
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El juego de baloncesto estadounidense contra el juego duro de China. ¿Adivinen quién ganó?

PEKÍN — En la Guerra Fría se comprobó que el rígido sistema soviético no podía competir con el atractivo del poder blando estadounidense: pantalones de mezclilla, jazz, rock ‘n’ roll, Coca-Cola, Hollywood. Todo esto se convirtió en un símbolo de la libertad y la prosperidad de Estados Unidos que las prohibiciones comunistas no podrían detener.

En la actualidad, China tiene un reto mucho más monumental, aunque lucrativo, para algunos de los íconos más famosos de la cultura estadounidense: Apple, Disney, Lady Gaga y, recientemente, la Asociación Nacional de Baloncesto (NBA, por su sigla en inglés). Vender lo mejor de la creatividad y el talento estadounidenses exige cada vez más que el precio de entrada sea una mayor sumisión a los puntos de vista del Partido Comunista.

Un furor reciente que comenzó con un solo tuit de un ejecutivo de la NBA en apoyo a las protestas de Hong Kong ha recalcado las consecuencias de la disposición que tiene China a utilizar su enorme influencia económica para vigilar cualquier valor político que amenace la legitimidad del partido o sus políticas.

El poder blando de la vitalidad cultural — en contraposición con el poder duro y coercitivo del poder militar— es lo que hace que Estados Unidos sea admirable ante los ojos de la mayor parte del mundo, incluso de China. No obstante, las empresas y organizaciones que producen gran parte de esta cultura han tenido que doblegarse cada vez más a la voluntad política de China bajo el mandato de Xi Jinping, cuya ambición es hacer que su país sea un contrapeso de Estados Unidos, si no es que una alternativa a él.

En medio de este nuevo orden mundial, se ha atenuado la expectativa de que la música, las películas y la industria del entretenimiento estadounidenses acercarán a China a los valores liberales de su rival de Occidente, o al menos generarán buena voluntad, como lo hicieron en la Unión Soviética.

En los últimos años, en un caso tras otro, los ejecutivos estadounidenses han cedido a las exigencias chinas para elaborar sus palabras y sus productos, como ahora suelen hacerlo los estudios de Hollywood, o para disculparse, incluso cuando se trata de desaires no intencionales. La recompensa es tener un acceso continuo a los clientes chinos: el precio puede ser el deterioro de la credibilidad estadounidense como modelo de libertad de expresión.

“A pesar de toda la retórica de Xi sobre mantener la globalización y la apertura comercial, reforzar el nacionalismo interno es el punto central de su estrategia internacional”, escribió por correo electrónico Jessica Chen Weiss, profesora de gobierno en la Universidad de Cornell. “El gobierno chino a cargo de Xi se ha vuelto mucho más dispuesto a utilizar el poder del mercado chino para obligar a las empresas extranjeras y a la industria del entretenimiento a acatar la disciplina del partido en temas nacionalistas”.

El Partido Comunista tiene, prácticamente, recursos ilimitados para dirigir la indignación popular en favor de sus propios fines políticos, pero China también corre el riesgo de dañar su propia imagen internacional cuando esos sentimientos se desbordan, a menudo de formas impredecibles.

Durante años, las empresas se han doblegado ante China sin que la gente se percate de ello, como sucedió con Marriot, Gap, Versace y United Airlines por hacer alguna referencia a Hong Kong o a Taiwán que Pekín consideraba era un respaldo implícito a la independencia de esos territorios. Luego, la NBA activó alertas globales sobre este mismo asunto.

Ese furor desconcertó a los ejecutivos y enfureció a los políticos estadounidenses y a otras personas que al parecer están llegando a la conclusión de que los gigantes del entretenimiento están demasiado comprometidos con los 1400 millones de posibles consumidores de China y, por ende, con el Partido Comunista. Incluso se convirtió en un tema de conversación para los candidatos a la presidencia en Estados Unidos que desean denunciar la influencia china.

“Cuando se trata de la soberanía nacional, el gobierno chino da señales claras de que prefiere que le teman a que lo quieran”, comentó Weiss. “Esto puede funcionar para disciplinar a las corporaciones extranjeras, pero también producir un efecto indeseado por una aversión cada vez mayor a China”.

La censura china a la industria del entretenimiento estadounidense se ha vuelto tan generalizada que se ha convertido en un tema de burla, al menos para quienes son lo suficientemente valientes como para arriesgarse a perder el acceso a este país. Este mes, en China se prohibió que se mencionara a “South Park”, la historieta satírica, tras un episodio reciente que ridiculizaba a los supervisores culturales chinos y a las empresas estadounidenses que se rendían ante ellos.

Cuando se desató el escándalo más reciente, los creadores de la historieta ofrecieron sus disculpas. “Al igual que la NBA, aceptamos a los censores chinos en nuestra casa y en nuestro corazón”, escribieron en la cuenta oficial de Twitter. “También nos gusta el dinero más que la libertad y la democracia”.

El director general de los Rockets de Houston, Daryl Morey, casi de manera inmediata borró el tuit que inició la conmoción, pero era demasiado tarde para detener el daño.

Como dijo Mao Zedong, una sola chispa puede incendiar una pradera.

De pronto se desmoronaron los planes de la NBA en China, los cuales apenas hace una semana parecían prometedores. Las transmisiones se cancelaron y los patrocinios se suspendieron. La liga fue objeto de críticas por parte de los medios noticiosos estatales y de los aficionados perjudicados que rompían sus boletos para un juego de exhibición entre los Lakers de Los Ángeles y los Nets de Brooklyn que se llevaría a cabo el jueves en Shanghái.

De acuerdo con Jude Blanchette, encargado de la cátedra Freeman en estudios sobre China del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, “Pese a que, sin duda, había muchos chinos que estaban genuinamente furiosos por el tuit de Morey, la idea de un bloque monolítico de 1400 millones de ciudadanos chinos es producto de los medios de comunicación controlados por el Partido Comunista de China más que un reflejo de la realidad”.

“Para las empresas que buscan hacer negocios con China o dentro de ese país, cada vez es más inviable que sean ‘apolíticas’”, añadió.

Tardíamente, al parecer, las autoridades chinas por fin comprendieron las consecuencias de la furia y empezaron a moderar los informes y los comentarios acerca de la NBA que, al igual que los derroches anteriores de fervor nacionalista, estaban amenazando con salirse del control gubernamental.

“Incluso con la NBA, si te pones a lanzar insultos o a emplear lenguaje violento, de odio y ofensivo, se complicarán aún más los problemas y se volverán más graves”, comentó Tong Zeng, un empresario de Pekín que ha estado involucrado en protestas y campañas en contra de Japón.

Tal vez, para ser una superpotencia emergente, China parezca susceptible y sus reacciones sean petulantes. En 2017, a Lady Gaga le prohibieron temporalmente presentarse y vender en China luego de que se reunió con el dalái lama, el líder espiritual tibetano al cual el Partido Comunista acusa de separatista.

El año pasado, obligaron a Gap a disculparse por vender una camiseta que trae un mapa de China sin Taiwán ni las islas del mar de la China Meridional. Los usuarios de las redes sociales chinas fustigaron a la empresa, a pesar de que la camiseta se vendió en una tienda de descuento de Canadá y no en China.

Jonathan McClory, gerente general de la región asiática en Portland Communications y editor de una encuesta anual sobre el poder blando, misma que se publica con la Universidad del Sur de California, afirmó que esas respuestas no “se veían bien”.

“Esta reacción tendrá un impacto negativo sobre la percepción de China que tiene la gente, no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo”, añadió.

Hasta el tuit de Morey, parecía que el baloncesto era un ámbito que se había escapado del ambiente en deterioro entre China y Estados Unidos.

Este deporte ha sido un ejemplo clásico del poder blando, frase acuñada a finales de la década de 1980 por Joseph Nye, profesor y decano en Harvard, para describir la capacidad que tienen la cultura y los ideales políticos de un país para influir sobre otras naciones.

La NBA tiene una aceptación muy grande y ferviente en China, y ha intentado retribuir ese cariño considerando a China un mercado importante y un campo de reclutamiento para jugadores como Yao Ming, el exjugador de los Rockets venerado en todo el país.

Incluso Xi es aficionado a este deporte. A principios de 2012, cuando todavía no era presidente, Xi visitó Estados Unidos y terminó su viaje asistiendo a un juego de los Lakers y recibiendo su propia camiseta amarillo brillante de este equipo.

“El baloncesto es un deporte con mucha repercusión a nivel global, y al público chino le encanta”, dijo Xi en agosto durante la Copa Mundial de Baloncesto de este año, la cual tuvo lugar en China.

Al parecer, el comentario de Morey encendió una frustración acumulada con Estados Unidos que ha aumentado en medio de la guerra comercial. Las manifestaciones en Hong Kong, que han hecho estragos durante el verano, la han complicado e incluso han provocado acusaciones de que los funcionarios de Estados Unidos estaban ayudando e instigando a la violencia ahí para debilitar el control del poder del partido.

La maquinaria propagandística del Partido Comunista aprovechó la manifestación de apoyo de Morey a las protestas para darle a Estados Unidos una lección profunda sobre el costo comercial por provocar al nacionalismo chino. Pese a que es evidente que el gobierno manipuló a la opinión pública, la indignación parecía genuina.

Xu Guyong, un servidor público de 46 años, viajó de la provincia de Zhejiang a Shanghái para ver el partido de esta semana. Tanto él como su hijo de trece años traían camisetas de los Lakers. No obstante, también criticó el tuit de Morey.

“Si los chinos dicen que debemos boicotear a la NBA, los apoyo totalmente”, dijo. “Respondería al llamado del pueblo y dejaría de ver los partidos”.

La liga se apresuró a detener el fuego ofreciendo una disculpa y distanciándose de la opinión de Morey, solo para enfrentar una reacción violenta por parecer muy complaciente con Pekín. Para algunos legisladores estadounidenses, este episodio contribuyó a que China minara uno de los derechos estadounidenses básicos: la libertad de expresión.

c.2019 The New York Times Company

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