En Hungría, Viktor Orbán despilfarra dinero en estadios, no tanto en hospitales - N Digital
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En Hungría, Viktor Orbán despilfarra dinero en estadios, no tanto en hospitales

FELCSÚT, Hungría — El Pancho Arena se erige a unos 18 metros de la casa de campo de Viktor Orbán, primer ministro de Hungría. El estadio profesional de fútbol tiene un sistema de calefacción del césped, un museo, una clínica médica impecable y 3814 asientos, el doble de la población de la aldea en la que se encuentra.

En el mismo condado, el hospital público más grande, St. George, está en decadencia. Hace unas pocas noches, en la sala de emergencia, el baño de las mujeres no tenía jabón y en el de los hombres no funcionaban los urinarios. Dos doctores se esforzaron para atender una cantidad desbordante de pacientes, y unos 30 de ellos tuvieron que esperar hasta después de la medianoche.

Estadios de fútbol relucientes. Hospitales en ruinas. El contraste refleja las prioridades de Orbán, quien se ha convertido en uno de los líderes de ultraderecha más poderosos de Europa, presentándose a sí mismo como el campeón nacionalista de los húngaros comunes y el flagelo de las élites europeas.

Sin embargo, los húngaros comunes son los que más han sufrido. El país se ha desplomado en las clasificaciones sanitarias europeas y muchos doctores se han marchado desde que Orbán llegó al poder en 2010. Los servicios sanitarios fueron mal administrados por gobiernos anteriores, pero Orbán ha supervisado personalmente una reducción del financiamiento gubernamental en el sector salud en relación a la producción económica nacional.

Al mismo tiempo, Orbán logró instaurar un programa que le ha permitido a las empresas desviar al menos 1500 millones de dólares en impuestos de sociedades directamente a manos de instituciones deportivas. El mayor beneficiario es el equipo de fútbol profesional del cual Orbán es cofundador. Orbán utiliza la sección vip del estadio para agasajar a funcionarios del estado y líderes empresariales adinerados, lo que ha planteado interrogantes sobre conflictos de interés y corrupción.

A pesar de que la valoración del sistema de salud de Hungría ha caído, el gran flujo de dinero para el deporte no ha incrementado su clasificación en el fútbol europeo.

Tanto en servicios sanitarios como ingresos fiscales, el gobierno de Orbán ha debilitado la transparencia y la rendición de cuentas, de manera muy parecida a cómo ha restringido los medios, los tribunales y otras instituciones democráticas. Orbán ha creado lo que los críticos llaman una semiautocracia dentro de la unión europea.

“En los últimos ocho años, en todas las áreas del gobierno, el sistema de mecanismos de control y equilibrio de poderes ha sido desmantelado”, afirmó Ferenc Falus, un antiguo director médico que fue despedido semanas después de que Orbán asumiera el poder en 2010. “Eso también ha sucedido en el sistema de salud”.

UN SISTEMA DE SALUD EN CRISIS

En la actualidad, los húngaros fallecen de enfermedades prevenibles en el país con la quinta peor clasificación de la UE. La tasa de fallecimiento por cáncer está empatada en el último puesto del bloque, y el gobierno se ha negado a revelar el número de infecciones contraídas en los hospitales públicos por temor a “provocar pánico”, en sus propias palabras.

Médicos experimentados estiman que más de la décima parte de los médicos húngaros —de un estimado de 5000— ha emigrado debido a los bajos salarios y las deficientes condiciones laborales.

Aunque Orbán ha incrementado el sueldo de los doctores, el médico general promedio en Hungría gana menos del doble que el húngaro promedio, una de las peores proporciones en Europa.

Muchas clínicas tienen escasez de personal y largos tiempos de espera. Muchos pacientes, desesperados, deciden ir a la sala de emergencias. Como director de un importante departamento de urgencias administrado por el Estado en Budapest, Gabor Zacher afirmó que su pabellón tenía 25 doctores en vez de los 50 necesarios y 14 camas en cuidados intensivos en vez de 40.

Zacher, quien renunció a modo de protesta el verano pasado del Honvéd Hospital en Budapest, afirmó que su departamento tenía un déficit de financiación de 1,8 millones de dólares, lo que imposibilitaba la adquisición de nuevos equipos o personal. Según Zacher, varios doctores trabajaban hasta 300 horas al mes mientras algunos pacientes esperaban más de 10 horas para ser atendidos.

“Era demasiado para nosotros”, dijo Zacher. “No podía mirarme al espejo”.

Miklós Szócska, el viceministro que estuvo a cargo de los servicios de salud de 2010 a 2014, defendió el gobierno de Orbán, argumentando que la gestión hospitalaria se ha centralizado más, que se han construido nuevos hospitales, y que algunas prácticas generales han sido combinadas para crear un sistema de atención primaria más organizado en algunas partes del país.

Se ha prohibido fumar en todos los espacios públicos y se han incrementado los impuestos a los alimentos azucarados. Según Szócska, el financiamiento se ha reducido solo en relación a la producción económica nacional y solo debido a la crisis financiera de 2008.

“No puedes hablar de estas cosas sin entender lo que le estaba pasando a la economía húngara”, afirmó Szócska.

Los críticos afirman que el gobierno de Orbán nunca le ha dado prioridad a la atención médica, ni siquiera cuando varias encuestas de opinión húngaras revelan la salud como un problema crítico.

De hecho, Orbán les ha restado importancia a los servicios sanitarios durante su gobierno. Eliminó el Ministerio de Salud, el cual fue absorbido por un “superministerio”, quitándole al sector la posibilidad de tener un representante en el Gabinete presidencial.

El partido político de Orbán, Fidesz, ha desviado fondos de servicios de salud estatales hacia compañías privadas con vínculos con el gobierno, así como lo ha hecho en casi todos los sectores de la economía.

Al menos una de las compañías privadas receptoras de contratos de atención médica, ha desviado dinero fiscal al equipo de fútbol de Orbán.

UNA ESTRATEGIA FUTBOLÍSTICA

Orbán, un ferviente apasionado del fútbol, ayudó a crear la fundación propietaria del Pancho Arena y del equipo que juega allí, Puskás Akadémia FC.

Aunque su casa está literalmente a pocos pasos, Orbán tiene un puesto de estacionamiento designado justo en la entrada del estadio y regularmente usa la sección vip como un salón donde sus aliados más cercanos pueden reunirse y mostrar su lealtad.

En 2011, el gobierno de Orbán aprobó un programa que le permite a las corporaciones desviar sus utilidades previas a la deducción de impuestos a las federaciones y los clubes deportivos. Funcionarios del gobierno afirman que la política fue creada para fomentar los espectáculos deportivos y un estilo de vida saludable.

Sin embargo, quienes monitorean de cerca al gobierno afirman que el programa, vulnerable a la corrupción, ha desviado 1500 millones de dólares que pudieron haber sido usados para servicios públicos, incluyendo el sector salud.

Transparencia Internacional en Hungría, una organización anticorrupción, estima que de 2011 a 2017, alrededor del 13,5 por ciento de todos los ingresos procedentes del impuesto de sociedades fueron redireccionados a los deportes. De las seis federaciones de espectáculos deportivos que califican para el programa, cinco están dirigidas por miembros antiguos y actuales del partido político Fidesz.

El mayor beneficiario es el fútbol. Y de acuerdo con documentos oficiales, el equipo de Orbán es el que ha recibido la mayor cantidad de dinero, alrededor de 83 millones de dólares.

“La arquitectura básica de esta estrategia es desviar ingresos públicos sustanciales a organizaciones deportivas con vínculos políticos, con el propósito de realizar gastos sin ningún tipo de supervisión pública”, afirma Miklos Ligeti, director jurídico de Transparencia Internacional en Hungría.

Al mismo tiempo que las políticas de Orbán les han permitido a las empresas privadas desviar las ganancias de los contratos públicos a los deportes, algunas compañías ligadas a Fidesz han amasado contratos de atención médica.

Algunos correos electrónicos enviados al Hospital Csolnoky Ferenc al occidente de Hungría, a pocos meses de que Orbán asumiera el poder en 2010, permiten vislumbrar parte de este proceso.

Aquel septiembre, la administración de este hospital provincial perteneciente a una junta de miembros de Fidesz, recibió instrucciones de crear una cuenta de correo electrónico secreta, alojada fuera de los servidores del hospital.

Mensajes anónimos enviados a esa cuenta, recientemente vistos por The New York Times, daban instrucciones a las cabezas del hospital de invitar a un par de compañías consultoras relacionadas a gestionar un proyecto de renovación multimillonario.

Las dos firmas —Vital Management y Value Added Solutions Consulting— son propiedad conjunta de un socio comercial de uno de los amigos más antiguos de Orbán. Ambas ganaron el contrato de renovación.

Aunque las dos consultoras rara vez han trabajado para el gobierno, durante los siguientes cuatro años ganaron más de 30 contratos de gestión de proyectos en 18 organismos de salud y hospitales públicos, la mayoría financiados por la Unión Europea, de acuerdo con información recopilada por la base de datos de contratación pública del gobierno húngaro.

Ese trabajo les pagó el equivalente a unos cinco millones de dólares y les otorgó el control de presupuestos de construcción valorados en al menos 200 millones de dólares.

En un comunicado, Vital Management, que ahora es dueña de Value Added, afirmó que esos contratos se consiguieron de manera justa y negaron cualquier práctica irregular.

Swietelsky, un ganador conjunto en 2013 de un proyecto de renovación de un hospital valorado en 3,7 millones de dólares, fue parte de un conglomerado que, menos de dos años después, le transfirió unos 334.000 dólares al equipo favorito de fútbol de Orbán.

Orbán ha defendido la “atención especial” que le da al deporte.

En enero dijo: “Estoy convencido de que en la actualidad, para la crianza de los niños, el cuidado de las familias y su unidad, así como el cuidado de la salud, los deportes son el sector más importante en Hungría”.

c. 2019 The New York Times Company

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