El recuerdo de Yaser Arafat: un líder firme con un legado político difuso - N Digital
ActualidadInternacionalesRedes

El recuerdo de Yaser Arafat: un líder firme con un legado político difuso

 Ramala, Cisjordania.- Dos guardas erguidos ante su tumba en un mausoleo y a pocos metros las salas con sus pertenencias del palacio donde permaneció los últimos años bajo asedio son el recuerdo más nítido del líder palestino Yaser Arafat, que murió hoy hace 15 años con un legado político difuso.

“Estuvo sin dejar este sitio (el palacio presidencial de Ramala) 34 meses. Sus condiciones de vida eran muy precarias y en los períodos más duros la comida escaseaba”, cuenta a Efe Naser al Qidwa, sobrino de Arafat, a quien acompañó hasta los últimos momentos de su vida en Francia.

Según explica, sus últimos días transcurrieron entre cuartos oscuros en los que había poco oxígeno, con las ventanas reforzadas por protecciones metálicas, donde trabajaba con su equipo y recibía visitas de delegaciones locales y extranjeras como jefe de Gobierno.

Entre los dirigentes que le visitaron en pleno cerco hubo el entonces secretario de Estado norteamericano, Colin Powell.
El estallido de la Segunda Intifada fue el detonante que condenó a Arafat a un confinamiento del que no saldría hasta que enfermó y fue trasladado en un hospital de París, donde murió un día como hoy de 2004 a los 75 años.

Tras el repunte de atentados palestinos, el Ejército israelí le sometió a partir de 2002 a un asedio que duró casi tres años.
Pasó la etapa final de su vida encerrado en una estrecha planta fortificada de la Mukata, la sede gubernamental de la ANP en Ramala, que quedó parcialmente destruida.

Qidwa, antiguo representante palestino ante la ONU y la Corte Penal Internacional (CPI), está convencido de que su tío fue envenenado por Israel, que “tomó la decisión de eliminarlo”.

Sus restos fueron exhumados en 2012 a raíz de estas sospechas. Un equipo internacional encontró altos niveles de polonio, pero la Justicia francesa archivó el caso al concluir que no había pruebas suficientes de envenenamiento.

EL PADRE DEL NACIONALISMO
El padre del movimiento nacionalista que marcó a generaciones de palestinos fue un guerrillero que con los años se quitó la etiqueta de “terrorista” y obtuvo el respeto internacional para encabezar como interlocutor las negociaciones de paz con Israel.

Muchos echan de menos su liderazgo carismático, con el que “unió a las facciones palestinas y colocó su causa en el mapa mundial”, asegura a Efe Ahmed Suboh, director de la Fundación Yaser Arafat.

Presidió la Autoridad Nacional Palestina (ANP) creada por los Acuerdos de Oslo (1993), en pleno optimismo del proceso de paz, lo que le llevó a ganar el Premio Nobel de la Paz junto al entonces titular de Asuntos Exteriores (y luego presidente del Estado) israelí, Simón Peres, y al primer ministro de Israel, Isaac Rabin.
Pero las esperanzas se desvanecieron en poco tiempo. El asesinato de Rabin por un ultraderechista judío en 1995, la falta de avances en el proceso de paz y el recrudecimiento del conflicto palestino-israelí debilitaron la viabilidad de su proyecto.

SU ROSTRO EN LAS CALLES PALESTINAS
El recuerdo de Arafat es una historia de éxitos y fracasos que no deja a nadie indiferente. Su rostro sigue siendo hoy una imagen que se ve en las paredes de las calles palestinas.

Mahmud Abás, su sucesor en la dirección de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), el partido nacionalista Al Fatah y la presidencia de la ANP, no ha conseguido alcanzar su popularidad.

Sin embargo, los resultados políticos del legado de Arafat son difusos quince años después de su muerte.

La creación de instituciones del autogobierno que otorgó Oslo “fueron pasos positivos”, animaron a los palestinos e hicieron que muchos volvieran tras décadas de exilio, como el propio Arafat, remarca a Efe el analista palestino Ziad Hamouri.

“Lo negativo de su herencia es que no pudo poner fin” a la ocupación israelí, ni alcanzar una vía para la creación efectiva de un estado, y en las negociaciones con Israel cometió “errores” al no tratar en profundidad asuntos como el futuro de Jerusalén Este ocupado o el desmantelamiento de los asentamientos, explica.

Por ello, Arafat tiene “parte de responsabilidad” en la situación actual, que es “mucho peor que antes”, opina Hamouri, y lamenta la creciente expansión de las colonias o la desconexión con Gaza, una realidad que “hace imposible tener un estado”, el sueño que el histórico líder palestino no pudo alcanzar.

Los reducidos espacios que Arafat impregnó con su presencia están ahora abiertos al público. El mobiliario, las decoraciones y sus pertenencias personales se conservan tal y como las dejó, como una reliquia del pasado de un líder firme cuya herencia política hoy es difusa.

Subscríbete al ABC del Día