Dicen que debes confiar en tus instintos, y eso fue lo que hizo Emmy Smith cuando salió a cazar fósiles en 2016. Smith, geóloga de campo, tuvo una corazonada de que iba a encontrar algo interesante en un sitio al norte de Pahrump, Nevada, y así fue. Sin embargo, su intuición no le dijo que esos fósiles iban a contener los intestinos animales más antiguos que se hayan encontrado en el planeta.
“En realidad, fue pura suerte”, comentó Smith, quien trabaja en la Universidad John Hopkins en Baltimore y forma parte del equipo que reportó el hallazgo el 10 de enero en Nature Communications.
Los intestinos son de un animal extinto llamado Cloudina, cuyo aspecto recuerda a un gusano hecho de una pila de conos de helado que vivió hace unos 550 millones de años, justo después de un periodo en la historia de la Tierra cuando todo el planeta estaba cubierto de hielo.
Smith y un estudiante de doctorado de su laboratorio envolvieron en papel de baño los fósiles de Cloudina que encontraron, los pusieron en baldes de pintura y los cargaron hasta el auto que llevan al campo, una camioneta Ford Ranger bautizada Kitty. Luego, Smith les envió los fósiles a Tara Selly y James Schiffbauer, paleontólogos de la Universidad de Misuri, para que realizaran más estudios.
Schiffbauer y Selly se especializan en el grupo de fósiles del que es miembro el Cloudina: la biota de Ediacara. En ese grupo están los animales más antiguos de la Tierra sobre los que se tiene conocimiento, esto quiere decir que, si un investigador quiere descubrir cómo fue el inicio del reino animal —y en qué momento los animales desarrollaron los intestinos—, estudiar fósiles de animales como el Cloudina es un buen punto de partida.
En su laboratorio, el dúo expuso los restos del Cloudina a rayos X para crear imágenes 3D de las entrañas de los fósiles. “En el primero que estábamos observando, encontramos un intestino”, mencionó Selly, quien localizó el sistema digestivo en el laboratorio mientras Schiffbauer estaba en su oficina.
“Me envió un mensaje: ‘Oye, encontré algo increíble; tienes que venir a verlo’”, recordó Schiffbauer. Cuando llegó al laboratorio y vio las imágenes de rayos X, Schiffbauer sabía exactamente qué tenían en sus manos.
“Es un intestino”, recordó haber dicho.
El diámetro de los órganos tubulares es apenas el de una pajilla de coctel. Son del largo de todo el cuerpo del Cloudina, es decir que pasaban desde el extremo frontal hasta la parte trasera. No todos los animales tienen un sistema digestivo que termina en un lugar distinto de donde inicia. Sin embargo, esta configuración se ha vuelto común en todo, desde los humanos hasta los insectos y los dinosaurios. Por lo tanto, los intestinos de los Cloudina son el primer ejemplo conocido de nuestro tipo particular de tracto digestivo en la historia de la vida animal.
“Haber encontrado una estructura tubular dentro de este tubo esquelético nos dice que la boca y el ano se distinguían el uno del otro”, comentó Schiffbauer. En otros animales, como los corales, el intestino es un simple saco, y el único método para ingresar a ese saco es a través de la boca, la cual también sirve de ano. Sin embargo, con la evolución hacia un intestino con entrada y salida, los animales ya no tuvieron que esperar que el alimento se digiriera antes de regurgitar los desechos para seguir comiendo.
Esto hizo que alimentarse fuera mucho más eficiente, y abrió la puerta a la evolución posterior de otro tipo de animales con intestinos más avanzados , comentó Lidya Tarhan, paleontóloga de la Universidad de Yale, quien no estuvo involucrada en la nueva investigación.
“Creo que esto llega al meollo de algunos de los cuestionamientos más importantes sobre la evolución de la vida compleja en nuestro planeta”, opinó.
Ilustraciones de un Cloudina, un gusano que vivió hace unos 550 millones de años. (Stacy Turpin Cheavens, Universidad de Misuri vía The New York Times)
c.2020 The New York Times Company