La líder de los ultraderechistas Hermanos de Italia, Giorgia Meloni, y el ex primer ministro, Silvio Berlusconi, sellaron hoy la paz tras el cruce de ataques que han mantenido en los últimos días a cuenta de la formación del futuro Gobierno.
El magnate acudió hoy a la sede del partido de Meloni, en el centro de Roma, y ambos mantuvieron un encuentro “en un clima de unidad de intenciones y máxima cordialidad y colaboración”, según informan fuentes próximas a ambas partes.
De hecho revalidaron su plan de acudir unidos, junto al ultraderechista Matteo Salvini, a la ronda de consultas que el jefe del Estado, Sergio Mattarella, emprenderá en los próximos días para formar gobierno tras las elecciones generales del 25 de septiembre.
Tango Meloni como Berlusconi trabajan para “dar lo antes posible a Italia un gobierno fuerte, unido y de alto perfil que se ponga en marcha inmediatamente para afrontar las urgencias” que vive el país, subrayan las fuentes.
El encuentro se vivió con una gran expectación porque las tensiones entre ambos de los últimos días habían hecho tambalear la coalición de derechas que comparten con Salvini y que resultó ganadora de las últimas elecciones generales.
Meloni, la más votada en los comicios con un 26 % de los votos, se encuentra preparando la estructura de su futuro Gobierno a la espera de que el presidente Mattarella le encargue su formación, algo que debería producirse en los próximos días.
Pero Berlusconi ha mostrado su desacuerdo con el reparto de poder y de ministerios que Meloni está organizando.
Primero porque la presidencia de las dos sedes del Parlamento, el Senado y la Cámara de los Diputados, ha recaído en los partidos de Meloni y Salvini: en el primero se eligió a Ignazio La Russa de Hermanos de Italia y en la segunda a Lorenzo Fontana de la Liga, excluyendo así a la formación de Berlusconi, Forza Italia.
Por otro lado, el empresario y tres veces primer ministro italiano no ha escondido su enfado porque Meloni se niegue a dar un ministerio a Licia Ronzulli, una de sus más próximas colaboradoras y con la que mantiene notorias desavenencias.
Así, en el primer día de legislatura, Berlusconi llegó a dedicar un “vaffanculo” (a tomar por el culo) desde su escaño en el Senado, donde regresó nueve años después de ser expulsado por su condena por fraude fiscal en el conocido como “Caso Mediaset”.
Y después dejó ver a la prensa unos apuntes en los que criticaba abiertamente por escrito a Meloni: “Testaruda, prepotente, arrogante y ofensiva. Ninguna disposición al cambio. Con ella no se puede estar de acuerdo”, se leía en su cuaderno.
Poco después Meloni le respondió con su habitual tono cáustico y visiblemente irritada: “Le faltaba un punto: que no soy chantajeable”, dijo ante los medios, entrando en su coche.
Esta mañana Guido Crosetto, uno de los hombres más próximos a Meloni, abogó por la concordia.
“Creo que para cualquiera es difícil no encontrarse en la posición de repartir las cartas. Lo es para una persona normal, imagínate para alguien como Berlusconi que ha hecho cosas extraordinarias como líder en todos los sectores”, dijo a “Il Corriere della Sera”.
Berlusconi cree que debe ser tratado igual que Salvini, pues ambos recibieron en torno a un 8 % de los votos, y presiona para conseguir el mayor poder posible en el futuro Ejecutivo, consciente de que sus senadores y diputados son esenciales para su investidura.