Por Escarlin Pozo.- Desde la lejanía, específicamente desde un segundo piso, lo vi caminar lentamente por una de las calles de Santo Domingo Este. Se apoyaba de dos muletas, iba medio encorvado y cargado de siete suapes. Con voz pausada y con un tono semi bajo, Santos Marte voceaba: suape, suape…
Comenzó a hablar un poco de su vida, mientras una persona le compraba un trapeador. Narró que hace cuatro años fue víctima de un asalto, en el que fue impactado por una bala que, a la fecha de hoy, no le ha devuelto su total movilidad.
A pesar de esta realidad, Marte, quien es oriundo de Los Guandules, no deja de levantarse cada mañana para salir a las calles y conseguir el pan de cada día.
“No tengo nada de ayuda”, comenzó diciendo el señor de 72 años.
“Si no salgo a trabajar lo que me puedo es tullir. A mí no me gusta pedir por eso me levanto a buscar mi comida”, dijo mientras se acomodaba lentamente la gorra azul en la cabeza.
Su gran sueño es poder seguir trabajando. Hacerlo de forma digna y que su condición nunca sea un impedimento. Santos anhela tener un “motorcito de tres ruedas” para continuar saliendo a las calles a vender los suapes que le han brindado qué comer durante muchos años.
“Conseguí el inicial para yo hacerlo. Fueron 50,000”, exteriorizó. Dijo que solo pide una ayuda para costear el valor total de este medio de transporte que, según especificó, asciende a los 200,000 pesos.
“Me gustaría tener ese motorcito para poder seguir vendiendo. Que sea la voluntad de Dios”, fueron las últimas palabras antes de marcharse y continuar con su labor diaria.
Santos Marte se detuvo en una segunda vivienda, luego de que un hombre lo llamara para comprarle otro trapeador. Después de esa última venta, lo vi marcharse lentamente para incorporarse en otra calle del sector.