Por Ling Almánzar
A lo largo del tiempo, el país ha carecido de una cultura de mantenimiento de sus lugares más emblemáticos e icónicos, y esto hace que esos lugares se vayan corroyendo con el paso inexorable de los años, siendo rescatados solo cuando la ciudadanía grita ante el horror y el abandono.
Así como algunos lugares todavía conservan su esplendor, otros han perdido su brillo y se han marchitado, convirtiéndose en una muestra fiel de la incuria tradicional dominicana, sumidos en la negligencia y el deterioro: son reliquias espantosas.
El caso más patético y horrible es el del Teatro Agua y Luz, un patrimonio nacional sumido en la dejadez. Fue construido en 1955 como una de las grandes obras de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre (en el ahora Centro de los Héroes), realizada para festejar los primeros 25 años del régimen de Trujillo. De ese esplendor no queda nada: el brillo de otra época ha dado paso a la suciedad y el horror. El Estado se descuidó y lo ha dejado al garete, deteriorándose a más no poder.
Los ‘elefantes blancos’ del malecón
En el malecón hay dos vetustos edificios, levantados como si fueran elefantes blancos de cemento. Llevan añales ahí, sin terminar ni demoler. Son torres desaliñadas y roñosas, cual si fueran gigantes fatigados al aire libre, cerca del mar. A pesar de que la brisa salada las golpea, han desafiado el paso del tiempo y siguen de pie, acaso esperando un golpe de tierra o de agua.
Se han convertido en refugio de personas haitianas que se han metido allí con total impunidad. Con veinte niveles, uno de esos edificios sería el hotel El Prado: tendría 325 habitaciones, pero un proceso judicial ha echado estos planes por la borda. Esa litis involucra a la familia Pimentel Kareh, que compró la edificación a unos extranjeros, el Banco Central y los Bello Veloz.
Su hermano mellizo es el otro edificio que, sin embargo, nada tiene que ver con los propietarios. Se llamaría Veiramar y su construcción arrancó en el año 2000. Son veintidós niveles levantados como un edificio de apartamentos.
Hace unos años el entonces alcalde de la capital, David Collado, llamó a los dueños de esos “esqueletos” que definieran la situación, terminando esas edificaciones o haciendo algo. Pero el tiempo sigue pasando y nada…
El Boulevard de la 27
El Boulevard de la 27 de Febrero era una sensación en los años noventa: reunía a chicos y adultos que allí se divertían y gozaban. Había negocios y atracciones. Todo era alegría y gozadera. Los primeros teteos urbanos se dieron allí, hicieron historia. Una generación creció con el boulevard en la cabeza, porque ese lugar era entonces la meca de los ‘jevitos‘.
Hoy es otra cosa: una alfombra desaliñada y tirada ahí, sin dolientes ni parientes. Ya nadie va allí, los asientos se ven huérfanos y desolados, y el reloj metálico se ha convertido en atractivo para pedigüeños y desamparados, que pululan por el lugar y hasta amanecen allí.
Otro boulevard
Seguimos con otro boulevard, el de las Américas en Santo Domingo Este. Es todo menos eso. Se ha convertido en una guarida de malhechores y pedigüeños. No es que solo viven allí, sino que tienen eso contaminado, sucio y mugriento. Excrementos, orina y basura cubren ese paseo urbano, convirtiendo el lugar en un chiquero. Es algo así como una oportunidad perdida: lo que pudo ser una alfombra municipal semejante al boulevard de la 27, se ha vuelto una podredumbre.
Una plaza pública
Hay quienes cuestionan el valor y la importancia de la Plaza de los Buhoneros, en la José Martí casi con París. ¿Ha llenado su cometido? Esa mole comercial tiene alrededor de una centena de puestos de negocios y, aunque luce más rescatada y limpia, el populoso comercio que allí se produce genera contaminación. No ha sido posible mantenerla en completa higiene, debido al carácter comercial de las inquietas actividades que allí se realizan entre vendedores y clientes.
Un estadio en calzoncillos
El Estadio de La Normal, en la Duarte, es una instalación deportiva en malas condiciones. Inaugurado en 1946, ha ido sufriendo cierto deterioro. Asientos roñosos y descuidados, el play tiene un deterioro progresivo. Las figuras que brillo le dieron en otro tiempo… esas figuras viven en la memoria del polvo y la suciedad. Sin embargo, todavía allí se celebran torneos y partidos de béisbol.
El Estadio Olímpico “Félix Sánchez” está cerrado para ser reparado y reacondicionado, en un proceso que tomará un par de años. Luego del nítido deterioro que presentaba la estructura, las autoridades lo intervinieron a tiempo para evitar un deterioro mayor, y ya llevan meses trabajándole. Es una pista donde se realizan entrenamientos y competencias deportivas, así como conciertos y otras actividades.