Resulta complicado en estos tiempos de pandemia hacer una apuesta decidida por el sentido del tacto. Sin embargo, es posible. Es totalmente compatible otorgar el protagonismo que corresponde a la piel en los encuentros eróticos con mantener la distancia física en los contactos sociales para así evitar el contagio de la covid-19.
En todas las relaciones eróticas el tacto juega un papel primordial, con la excepción de las fantasías y algunas prácticas virtuales, como el sexting. Este papel no lo juega exclusivamente en los besos, las caricias o los masajes. El tacto es igual de importante en el resto de prácticas: sexo oral, sexo anal o coito, entre otras.
En la penetración, por ejemplo, también entra en juego el tacto. Se perciben sensaciones a través de las paredes de la vagina o del pene: calor, presión, texturas… Pero además ese coito no es ajeno al resto del cuerpo y la piel. No es algo que suceda únicamente entre pene y vagina. Se acaricia, se abraza, se besa, se palpa y se siente a través de toda la epidermis, la parte más superficial de la piel.
Según afirma el antropólogo Ashley Montagu en su libro El tacto , hay unos cincuenta receptores sensoriales por cada centímetro cuadrado de piel, con una cifra total de unos 640 000 receptores repartidos por todo el cuerpo. A la vista de esos datos, la ciencia parece indicar que la afirmación de Freud de que “todo el cuerpo puede ser una zona erógena” tiene sentido.
Resulta evidente que todas las relaciones eróticas se dan entre dos epidermis y todas las relaciones pueden ser una invitación al placer. El sexólogo británico Alex Comfort, en la introducción de su libro El goce del sexo, afirmaba esto mismo con una metáfora: “Toda la piel es un órgano genital”. Una buena forma, precisamente, de desgenitalizar los encuentros eróticos. Desde filosofías y técnicas orientales como el tantra, se propone que “el tacto no se limite a buscar excitación, de la misma manera que no debe limitarse a las yemas de los dedos”. Así lo cuenta Isabella Magdala, psicóloga, sexóloga y especialista en tantra, que prosigue diciendo que “el tacto es el puente hacia la toma de conciencia; a medida que se toca, y se es tocado, aumenta la conexión con uno mismo y con la otra persona. […] No es simplemente un intercambio corporal, es el vínculo que se genera a través de ese contacto”.
Según este planteamiento, cualquier parte del cuerpo debe ser parte de la experiencia. Por tanto, no hay que limitarse a tocar con las manos, ni una zona específica. “Es importante estar en el presente, en el aquí y en el ahora”, subraya Magdala, quien, además, propone “tocar y percibir de manera completamente consciente, sin pretensiones ni objetivos, solo por el goce de sentir”.
Resulta sencillo asociar el tacto con el Tantra, pero el tacto tiene parecida presencia e importancia en otras sexualidades alternativas, aparentemente muy lejanas a este sentido, como son las que se engloban en las siglas BDSM –bondage, disciplina, dominación, sumisión, sadismo y masoquismo–. Patricia Díaz Saco, sexóloga y especialista en shibari, una práctica erótica donde las cuerdas y las ataduras tienen un gran protagonismo, también señala el tacto como el gran sentido en todas estas prácticas.
“El tacto de las cuerdas no es importante –asevera Díaz–; si eso fuera lo importante, bastaría con echar las cuerdas encima de la persona”. El tacto, en el shibari, es comunicación. Al tocar se comprueba cómo está el cuerpo y se reconocen las reacciones de la otra persona, así como los pequeños respingos que escapan al ojo. Siempre se actúa sobre todo el cuerpo, entendiendo el cuerpo como un todo, pues aunque parezca que se mueve un brazo, es todo el cuerpo el que responde”.
El tacto también está en la base de algunas de las técnicas que se emplean. “El tacto permite tocar, agarrar, acariciar y, en función de las respuestas, ir modulando en busca de activaciones musculares. Además, ciertas ataduras pueden provocar hipersensibilización. Lo cual permite explorar muchas y nuevas sensaciones, y todas derivadas del tacto. En definitiva –concluye Díaz–, todo es comunicación; son dos cuerpos interactuando, y el cuerpo no miente. Las cuerdas son un apoyo, el tacto es lo imprescindible”.
De todos modos, es importante recordar que no todo son terminaciones nerviosas. Es verdad que sin ellas no hay sensibilidad, pero también es cierto que para que surjan el placer o las sensaciones placenteras es imprescindible que la estimulación se perciba como agradable. Con todo lo que puede haber de subjetividad en ello. Un mismo tipo de estimulación puede vivirse de manera muy distinta dependiendo de las personas y del contexto en el que tenga lugar.
Pero, además, ni siquiera los receptores y la estimulación adecuada son suficientes; también hace falta deseo. Un deseo que conjugue el qué, el quién, el cómo y el cuándo. Pero que se ha de vivir en primera persona y sin atisbo de imposición. A partir de ahí, bienvenidos sean el tacto, las manos, la piel, la lengua, los labios, los genitales, los brazos, los pechos, los pies… y todas sus posibles combinaciones.
Ang Lee filmó la película Sentido y sensibilidad en 1995, y esas dos mismas palabras aportan dos buenas conclusiones sobre el tacto. Sentido: “Capacidad de reconocer la realidad circundante y de relacionarse con ella”. Y sensibilidad: “Facultad de sentir, de experimentar sensaciones producidas por causas externas o internas”. Es decir que, dado que el tacto es inevitable, el foco debe ponerse en todo el cuerpo y en las múltiples sensaciones.
A partir de ahí, que cada cual vaya escogiendo y consensuando.
Fuente: Muy interesante