Bogotá, EFE.- La detención del narcotraficante más buscado de Colombia, Dairo Antonio Úsuga David, alias “Otoniel”, abre varias incógnitas sobre el futuro del grupo criminal que dirigía, el Clan del Golfo, y sobre la situación de seguridad en las regiones donde opera.
Alias “Otoniel”, según las palabras de ayer del presidente de Colombia, Iván Duque, era “el narcotraficante más temido en todo el mundo”, y su captura es “el golpe más duro que se le ha propinado al narcotráfico en este siglo en nuestro país y es solamente comparable con la caída de Pablo Escobar en los años 90”.
Políticos de todas las esferas y analistas han coincidido en reconocer este éxito del Gobierno y en que es una victoria, aunque, como indica a Efe el analista Sergio Guzmán, director de Colombia Risk, una consultora de riesgo político, “esto no cambia la guerra contra el narcotráfico, esto no mueve la aguja”.
Más allá de la captura y rendición de cuentas de los culpables de delitos tanto de narcotráfico y actividades criminales relacionadas, una lucha eficaz contra las drogas debería estar muy focalizada en la demanda de estupefacientes en todo el mundo, según Guzmán, un discurso que resaltó el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, justamente esta semana en su visita a Colombia.
VARIOS ESCENARIOS
“Otoniel” era hasta ayer el líder del Clan del Golfo o Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), un grupo dedicado al narcotráfico y heredero de las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que tiene actualmente unos 2.000 efectivos y presencia en más de 200 municipios.
Con su caída “desaparece la hegemonía de una familia, los Úsuga, fundadores y cabeza del Clan”, explica a Efe el director de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares), León Valencia.
Pero no significa necesariamente el fin de este grupo criminal, el más grande del país, sino que puede haber dos escenarios, uno donde se divida y disperse y otro donde algunos de sus subalternos, seguramente Jobani de Jesús Ávila, alias “Chiquito Malo”, coordinador del armamento del grupo, “tome el mando y mantenga la unidad del clan”, expone Valencia, quien se decanta por la primera opción.
El director de Colombia Risk se atreve a predecir que pasarán tres cosas: una lucha interna para saber quién asume el liderazgo del grupo y “quizás un fraccionamiento de ese cartel”, o que se desarrolle un “plan pistola” de asesinatos de policías como cada vez que es capturado o dado de baja algún cabecilla de las AGC.
Por último está el camino que abre la captura de “Otoniel” a los carteles mexicanos en Colombia, ya que el detenido era “un socio par” de los mexicanos y “su salida puede dar una oportunidad de profundizar su control vertical sobre el mercado de las drogas”.
MÁS VIOLENCIA
Otra de las consecuencias directas de este golpe, a pesar de la importancia que tiene capturar con vida a una persona sobre la que pesan 122 órdenes de captura y 6 sentencias condenatorias por homicidio agravado, desaparición forzada y reclutamiento de menores, entre otros, es que muy probablemente aumente la violencia.
“Yo creo que esto va a significar un repunte en la violencia en zonas rurales”, afirma Guzmán, ya que es probable que la banda empiece a buscar a los culpables de que esta captura se haya producido y eso significa que “empiezan los asesinatos y llega un nuevo jefe para imponer un nuevo régimen de terror”.
Las AGC tienen una influencia muy notoria en la parte noroeste del país, sobre todo en el norte de Antioquia y el departamento del Chocó, en el Pacífico, pero sus redes se extienden al suroeste, siempre muy vinculados a los corredores del narcotráfico y otros negocios ilegales.
En su lucha por consolidar su presencia -una pelea que se extiende ya por más de 15 años- han amedrentado a comunidades enteras, exponiéndolas a extorsiones o asesinatos selectivos, provocado desplazamientos masivos y confinado a pueblos, sobre todo indígenas y afrodescendientes.
También, como resaltó el sábado Duque, “Otoniel” tenía una “demencia que lo llevó a abusar de manera recurrente de niños, niñas y adolescentes”.
Las autoridades trabajan ya en la extradición de “Otoniel” a Estados Unidos, que llegó a ofrecer hasta 5 millones de dólares por su cabeza y lo solicita por narcotráfico y participación en empresa criminal, pero en Colombia se quedarán muchas cuentas pendientes incluidas el cumplimiento de esas penas que le iban a llevar a 40 ó 50 años de prisión.
Eso significa que “va ir a pagar una condena en EE.UU. por tráfico de drogas, no por las violaciones a los menores, la reclutación de menores o el asesinato de líderes sociales”, resume Guzmán.