INFOBAE.- El proceso de modernización de la ciudad de México tuvo su auge durante la presidencia de Porfirio Díaz a finales del siglo XIX. Con él surgió el intento de mostrar una ciudad a la misma altura que las grandes ciudades cosmopolitas en Europa. Y lo hizo tomándolas como ejemplo en la edificación de nuevas construcciones en el centro de la ciudad.
Se vivió un tiempo de tranquilidad, al menos en la capital, por su gobierno llevado con mano dura. Se construyó el ferrocarril y las líneas ferroviarias se extendieron por la República, se estableció la línea telegráfica, aumentaron las exportaciones de minerales y metales y se impulsó la inversión extranjera dentro del país.
Con ella vino el ascenso de una clase media conformada por hacendados, mineros y empresarios que buscaban ser el reflejo de esa nueva modernidad cada vez más presente por medio del cambio e imposición de modas en las costumbres, en el modo de vestir y las actividades que llevaban a cabo tanto en el ámbito individual como en el ámbito público.
Se utilizó la moda estadounidense, francesa e inglesa con los platillos en los restaurantes y cafés que adquirieron mayor popularidad en la época. La comida francesa tuvo su apogeo por encima de la nacional y si bien los cafés ya representaban un lugar de socialización y discusión de ideas desde la época colonial, esta siguió patente y se propulsó en los años porfiristas.
Se popularizaron las carreras de caballos en las que la “élite mexicana se exhibía ante el resto de la sociedad”, se buscó reforzar “el nacionalismo y la confianza tradicional a través de corridas de toros (…) señales de valor, cortesía y obediencia individual”, cita Edgardo Leija Irurzo en su ensayo El proyecto nacional de las élites durante el Porfiriato, 1877-1910.
De igual forma se popularizaron los paseos en bicicleta y el reemplazo de los autos impulsados por caballos a los impulsados por combustible para un transporte más efectivo. Sin embargo, nunca se ha dejado de lado los paseos por el centro de la capital, en la que los diversos estratos sociales se mezclaban entre sus calles, unos para vender y otros para comprar.
En el arte se peleaban aquellos que querían algo disruptivo y que se mostrara distinto a la otra tendencia, la de la copia europea que se mostraba estancada en lo costumbrista y romántico. La música se hizo elitista y de corriente europea, unos días eran las operetas italianas o las zarzuelas y otras de carácter más sencillas. Aún así se buscaba traer compañías extranjeras o que al menos se parecieran en estilo.
En los deportes también se vieron bajo la influencia extranjera, puesto que “la élite podía actuar tanto como espectadora de carreras de caballos y galgos como ejercitar el ciclismo, el hipismo, el baloncesto y el patinaje”, de acuerdo con el libro La Historia de la Vida Cotidiana en México. Se fundaron clubes de de diversos deportes por extranjeros como el frontón por los españoles o los Country Club de los estadounidenses con golf, tenis, baseball y cricket.
Los esfuerzos del gabinete de Díaz se aplicaron en el saneamiento y mejoramiento de la obra pública, aunque esto principalmente aplicado a la parte céntrica de la capital. Uno de esos casos fue el mejoramiento de la Alameda Central en la que se contrataron a botánicos extranjeros para el cuidado de la flora y se reemplazó el alumbrado de combustible por uno eléctrico.
La sociedad de la esfera alta de la ciudad, de acuerdo con La Historia de la Vida Cotidiana en México, podía divertirse a prácticamente cualquier hora. La vida cotidiana en la ciudad iniciaba desde las cuatro o cinco de la mañana para los de clase baja y media quienes tenían que laborar de 14 a 16 horas y a veces despertarse aún más temprano para sortear las distancias en sus trabajos.