La invasión de Rusia a Ucrania y la escalada que fue tomando el conflicto entre esos dos países sin duda acaparó la atención del mundo entero, al punto que por momentos pareciera que ya no hay pandemia ni otro tema de relevancia que abordar.
Y los niños, ni lerdos ni perezosos, perceptivos y atentos a todo como suelen estar, comenzaron a escuchar que se hablaba de algo que -por suerte- hasta ahora no sabían que existía: la guerra.
“La pregunta principal que traen es si la guerra va a llegar a nuestro país, por qué se tiene que morir gente y cómo se hace para que dejen de morirse. Si se mueren niños. Y se van complejizando según las edades”. Lorena Ruda es licenciada en Psicología (MN 44247) y consultada por Infobae observó que “el tema del conflicto entre Rusia y Ucrania está presente en todos los ámbitos. Los puestos de diarios con las tapas exhibidas, en la radio, la tele y la gente que comenta hasta en la fila de la verdulería sin reparar si hay niños prestando atención y qué reciben ellos de la información que se les está dando casi sin querer”.
Y tras resaltar que “depende la edad del niño se podrá dar más o menos información”, la especialista en maternidad y crianza señaló que “también dependerá de su capacidad de comprender y entrar en pánico”.
El pediatra y psiquiatra infantil juvenil Juan Pablo Mouesca (MN 88694) aportó que, a grandes rasgos, hay tres tipos de estrés.
“Uno leve, que es una situación que todo niño puede tolerar, como puede ser esperar el postre después de la comida, que es un estrés bueno y necesario para madurar”, comenzó a explicar el especialista de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), quien agregó: “Después hay un nivel moderado de estrés, como puede ser un examen en un chico de secundaria que se está jugando pasar o no de año, que con el apoyo de sus padres o del ambiente sumado a sus propias capacidades será una situación que, si la supera, será positiva y si no, en algún punto resultará dificultosa. Y finalmente, hay niveles de estrés tóxico o grave, que podría ser una situación de abuso sexual o maltrato físico intrafamiliar, violencia de género entre los padres de la cual el niño es testigo; son situaciones crónicas en las que el ambiente que debería sostener y dar contención al menor, aumentan el estrés”.
Para el especialista, “la guerra, como todos los temas difíciles de abordar con los niños, como puede ocurrir con el sexo, lo ideal es esperar a que el chico traiga la demanda y sea a partir de su pregunta que uno oriente la respuesta, y no informar de manera preventiva”. “Creo que hay que poder esperar la demanda de los chicos, y si traen el comentario de que alguien les dijo tal o cual cosa en el colegio, ahí se aborda el tema, primero siempre preguntando qué le contaron, después preguntándoles qué piensan ellos y luego haciéndoles saber lo que el adulto piensa sobre lo que está pasando”, sostuvo el experto, quien enfatizó: “A diferencia de lo que ocurre con el sexo, que todo niño sí o sí en algún momento va a tener que enfrentarse con su propia sexualidad, su desarrollo madurativo y demás, lo que hace que si es un tema que no lo toma igual va a haber que tocarlo, en el caso de la guerra no es un tema que necesariamente haya que abordar porque (ojalá que así sea) no es un tema que lo va a afectar directamente al niño”.
En opinión de la médica psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) Claudia Amburgo (MN 51787), “lo que hay que evitar son las generalizaciones, ya que cada escuela, cada familia es diferente; hay escuelas en las que se hablan temas de actualidad y otras en las que no”.
“Como decía Freud, los niños oyen y ven más de lo que los padres creen -amplió la experta-. Están insertos en una familia, y a través de los diálogos y situaciones que ocurren en la casa están atentos a todo”.
Qué decir y qué no
“Las respuestas que demos tienen que generarles confianza y seguridad; es importante poder validar sus sentimientos y no negarlos y si tienen miedo, por ejemplo, empatizar, comprender y tratar de ahondar qué fueron entendiendo ellos de lo que fueron escuchando”. Para Ruda, “es importante en casa poder hacer un ‘filtro’ de lo que se ve y escucha delante de los niños y saber que si se ven noticias de este tipo con ellos hay preguntas que van surgir y respuestas que hay que dar”.
En su opinión, “la información siempre tiene que ser acorde a la edad y cortita”. “Es importante poder escuchar qué preguntan para no irnos por las ramas -recomendó-. Algunos niños expresan claramente en palabras lo que están pensando y sintiendo con esto, mientras que en otros quizá se perciban dificultades en el sueño o quieren dormir acompañados”.
Y tras señalar que “la sobreinformación puede aumentar la ansiedad y el estado de alerta”, Ruda sostuvo que “la recomendación siempre es informar ‘en la medida justa’ y que la brújula sean sus propias preguntas”.
Con ella coincidió Amburgo, “hay cosas sorpresivas, como la pandemia o esta guerra, y si preguntan primero hay que preguntarles qué es para ellos la guerra y luego explicar de acuerdo a la edad de cada niño y a lo que cada padre piense de la situación”.
“Hay que saber que la angustia más importante de los niños hasta los cinco o seis años es el abandono y en segundo lugar la muerte de los seres queridos”, amplió la especialista en niños y adolescentes, para quien “todo lo que se pueda hablar ayudará a despejar esta angustia por la pérdida de vidas humanas; que lleva a hacerse tangible algo muy temido para ellos”.
En este punto, Mouesca resaltó: “Una respuesta que solemos recomendar mucho tanto los pediatras como los especialistas en salud mental es que cuando un padre no sabe qué responder, debe tomar la pregunta y sincerarse haciendo saber al niño que está preguntando algo que no sabe cómo contestarle”. “Es muy importante tu pregunta, pero yo no sé cómo contestarte porque es un tema grave, de adultos, etc; voy a averiguar y después te contesto”, debería ser -palabras más, palabras menos- la contestación. Y luego preguntar, asesorarse con la maestra, con una amiga, con el pediatra y retomar el tema: “¿Te acordás que me preguntaste tal cosa? Bueno esto es lo que averigüé”.
– ¿Cómo advertir si el tema les está generando más preocupación de la normal y puede estar siendo nocivo?
– Amburgo: Si se los nota ansiosos o insistentes con el tema sería recomendable ahondar en qué les genera eso, si tienen miedo de que pase algo así acá. Si insisten es que no les completó la explicación y se quedaron dudas, o tal vez en la familia hubo un divorcio, una pérdida, algo traumático que al niño le remite este conflicto.
Puede haber conflictos singulares de la familia que salgan a relucir a partir de esta situación.
– Mouesca: Hay una serie de cosas que habitualmente hacen los chicos, como comer, jugar, aprender, reír, enojarse, llorar, y que a lo largo del día se dan de manera natural. Cuando no se dan, o una prevalece sobre las otras (por ejemplo está todo el tiempo enojado, o todo el tiempo triste, o todo el tiempo comiendo) es momento de preguntar qué le pasa.
Pareciera que la guerra es un tema que preocupa a los grandes, pero me da la sensación que a los chicos todavía no tanto. Al revés de lo que pasó con el COVID, que se instaló en las casas e hizo cambiar hábitos concretos que ellos veían de cerca, este conflicto lo ven como lejano y no deberíamos ser los adultos los que le generemos ansiedad con el tema.
Para Ruda, “la realidad que se vive es también su realidad (de los niños) y hay temas que valen la pena poder hablar para que ellos vayan conociendo el mundo más allá de su realidad, que puedan ir teniendo la posibilidad de un pensamiento crítico. Van a ir escuchando quizá distintas versiones según quien les cuente, pero a medida que vayan creciendo van a poder cuestionar y tener su propio pensamiento”.
“Lo que está pasando es parte del presente y en algún momento será parte de su historia, y dejarlos afuera construyéndoles un mundo de algodones no es la realidad -ahondó-. No digo con esto el extremo de contarles en detalle o ver imágenes explícitas, pero siempre con filtro, tacto y responsabilidad sobre lo que les decimos, hay hechos en el mundo que resuenan y si ellos preguntan es porque generó algo en ellos, desde interés hasta miedo”.
En ese sentido, finalizó: “Decir que no pasa nada es negar la realidad y negarles los sentimientos que en ellos generó. Algo pasa y está bien aclarar sus dudas con mucho respeto”.
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