El consumo excesivo de alcohol se ha asociado con atrofia cerebral, pérdida neuronal y una peor integridad de las fibras de la sustancia blanca. Sin embargo, existe evidencia contradictoria sobre si el consumo de alcohol de leve a moderado muestra asociaciones negativas similares con la estructura cerebral. Sí se ha estudiado que las personas que beben mucho tienen alteraciones en la estructura y el tamaño del cerebro que se asocian con deficiencias cognitivas.
Ahora, especialistas de las Universidades de Wisconsin, Suiza y Pensilvania acaban de publicar un nuevo documento en la revista Nature Communications donde analizan el consumo de alcohol, incluso en niveles que la mayoría consideraría moderados (unas cuantas cervezas o copas de vino a la semana).
Para abordar esto, examinaron las asociaciones entre la ingesta de alcohol y la estructura cerebral utilizando datos de imágenes multimodales de 36.678 adultos generalmente sanos de mediana edad y mayores del Biobanco del Reino Unido, controlando numerosos factores de confusión potenciales. De acuerdo con la evidencia científica anterior, encontraron asociaciones negativas entre la ingesta de alcohol y la macroestructura y microestructura del cerebro.
Específicamente, la ingesta de alcohol se asocia negativamente con las medidas de volumen cerebral global, los volúmenes regionales de materia gris y la microestructura de la materia blanca. También puede conllevar otros riesgos para el cerebro.
Este equipo logró determinar por primera vez las consecuencias que el consumo de alcohol de leve a moderado ocasiona a a masa cerebral, con reducciones en el volumen general.
Según detectaron, el vínculo se hizo más fuerte cuanto mayor era el nivel de consumo de alcohol. Por ejemplo, en personas de 50 años, a medida que el promedio de consumo de alcohol aumenta de una unidad de alcohol (alrededor de media lata de cerveza) al día a dos unidades (una pinta de cerveza o una copa de vino), se producen cambios asociados en el cerebro, equivalente al envejecimiento de dos años. Pasar de dos a tres unidades de alcohol a la misma edad resultó con cambios similares a un envejecimiento de tres años y medio en promedio.
”El hecho de que tengamos una muestra tan grande nos permite encontrar patrones sutiles, incluso entre beber el equivalente a media y una cerveza al día”, explicó Gideon Nave, autor del estudio y miembro de la facultad de Penn’s Wharton de la Universidad de Pensilvania.
“Estos hallazgos contrastan con las pautas científicas y gubernamentales sobre los límites seguros para beber -aportó Henry R. Kranzler, director del Centro Penn para Estudios de Adicción en la Escuela de Medicina Perelman, también parte de la investigación-. Por ejemplo, aunque el Instituto Nacional sobre el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo de Estados Unidos recomienda que las mujeres consuman un promedio de no más de una bebida por día, los límites recomendados para los hombres son el doble, una cantidad que excede el nivel de consumo asociado en el estudio con la disminución del volumen cerebral”.
Las investigaciones anteriores carecían del poder de grandes conjuntos de datos, que sí aporta esta reciente investigación. Explorar cantidades masivas de datos en busca de patrones es la especialidad de varios de los expertos que se integraron al equipo desde la Facultad de Negocios de The Wharton School, quienes han realizado estudios previos utilizando el Biobanco del Reino Unido, un conjunto de datos con información genética y médica de medio millón de adultos británicos de mediana edad y aún mayores.
Emplearon datos biomédicos de este recurso en el reciente estudio, específicamente observando resonancias magnéticas cerebrales de más de 36.000 adultos en el Biobanco, que pudieron usar para calcular el volumen de materia blanca y gris en diferentes regiones del cerebro. “Contar con este conjunto de datos es como tener un microscopio o un telescopio con una lente más potente -explicó Gideon Nave, del Departamento de Marketing de la Escuela Wharton y la Iniciativa de Neurociencia Wharton en Pensilvania-. Se obtiene una mejor resolución y se empiezan a ver patrones y asociaciones que antes no se detectaban”.
Para obtener una comprensión de las posibles conexiones entre la bebida y el cerebro, era fundamental controlar las variables que podrían nublar la relación. El equipo controló la edad, la altura, el sexo, el tabaquismo, el nivel socioeconómico, la ascendencia genética y el condado de residencia. También corrigieron los datos de volumen cerebral para el tamaño total de la cabeza.
Los participantes voluntarios en el Biobanco habían respondido a las preguntas de la encuesta sobre sus niveles de consumo de alcohol, desde la abstención total hasta un promedio de cuatro o más unidades de alcohol al día. Cuando los investigadores agruparon a los participantes por niveles de consumo promedio, surgió un patrón pequeño pero aparente: se redujo el volumen de materia gris y blanca. Pasar de cero a una unidad de alcohol no supuso una gran diferencia en el volumen cerebral, pero pasar de una a dos o dos o tres unidades al día se asoció con reducciones tanto en la materia gris como en la blanca.
Los científicos detectaron que incluso eliminando a los grandes bebedores de los análisis, las asociaciones permanecieron. El volumen cerebral inferior no se localizó en ninguna región del cerebro. Para dar una idea del impacto, los investigadores compararon las reducciones en el tamaño del cerebro relacionadas con la bebida con las que ocurren con el envejecimiento. Según su modelo, cada unidad adicional de alcohol consumida por día se reflejó en un mayor efecto de envejecimiento en el cerebro.
Mientras que pasar de cero a un promedio diario de una unidad de alcohol se asoció con el equivalente a medio año de envejecimiento, la diferencia entre cero y cuatro tragos fue de más de 10 años. En trabajos futuros, los autores esperan aprovechar el Biobanco del Reino Unido y otros grandes conjuntos de datos para ayudar a responder preguntas adicionales relacionadas con el consumo de alcohol.
“Este estudio analizó el consumo promedio, pero tenemos curiosidad sobre si beber una cerveza al día es mejor que no beber ninguna durante la semana y luego siete el fin de semana – señaló Nave-. Existe alguna evidencia de que beber en exceso es peor para el cerebro, pero aún no lo hemos analizado de cerca”.
También les gustaría poder precisar de manera más definitiva la causalidad en lugar de la correlación, lo que puede ser posible con nuevos conjuntos de datos biomédicos longitudinales que siguen a los jóvenes a medida que envejecen.
“Es posible que podamos observar estos efectos a lo largo del tiempo y, junto con la genética, separar las relaciones causales”, completó el investigador.
Aunque los científicos subrayan que su estudio solo analizó las correlaciones, dicen que los hallazgos pueden incitar a los bebedores a reconsiderar cuánto beben. “Existe alguna evidencia de que el efecto de beber en el cerebro es exponencial -resumió Daviet-. Entonces, una bebida adicional en un día podría tener más impacto que cualquiera de las bebidas anteriores ese día. Eso significa que reducir el último trago de la noche podría tener un gran efecto en términos de envejecimiento cerebral”.
En otras palabras, “las personas que más pueden beneficiarse de beber menos son las personas que ya están lo están haciendo”, concluyó el autor principal de la investigación.
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