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El acuerdo de Trump con China deja la economía global en la misma incertidumbre

Quizá la tregua comercial del presidente Donald Trump con China haya calmado por un momento las tensiones entre las dos mayores economías del planeta. Sin embargo, el daño que el agresivo enfoque de Trump le ha causado a la política comercial todavía afecta la economía global.

El acuerdo parcial con China, que ni siquiera se ha puesto por escrito, no contempla la eliminación de cientos de miles de millones de dólares en aranceles que ambos países han impuesto. Por si fuera poco, Trump ha escalado las agresiones en el ámbito comercial en otros frentes; algunos ejemplos son el aumento de aranceles a Turquía y los preparativos para gravar impuestos a 7500 millones de dólares en productos europeos como vino, queso y aeronaves a partir del viernes. El gobierno estadounidense decidirá el próximo mes si es conveniente imponer aranceles a los automóviles importados de Europa y otros países.

El miércoles, Trump mencionó la posibilidad de imponer aranceles adicionales a la Unión Europea si el bloque se niega a equilibrar la balanza comercial entre Estados Unidos y la Unión Europea.

“Podría solucionar este problema en un instante, pero sería muy brusco. Sería muy duro. Tendría que imponer aranceles a los productos europeos que ingresen al país. Por ahora, vamos a tratar de solucionarlo sin recurrir a esta opción. Pero así el problema quedaría resuelto de inmediato, porque el trato que recibe Estados Unidos no es justo”, afirmó Trump durante una conferencia de prensa con el presidente italiano.

Para justificar su enfoque impredecible, Trump afirma que ha creado ventajas y logrado concesiones comerciales por parte de China, México y Japón, entre otros países. El gobierno ya suscribió contratos de alcance limitado con Corea del Sur y Japón y espera que el Congreso apruebe la nueva versión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Por desgracia, esos avances han tenido un costo significativo. Los aranceles de Trump han elevado los precios que pagan las empresas, desbaratado las cadenas globales de suministro y creado una incertidumbre que tiene paralizadas a las empresas, lo que a su vez retarda las inversiones y las contrataciones. Estos problemas no solo afectan a Estados Unidos y China, sino que han complicado la desaceleración económica global, en especial en Europa. Algunos economistas advierten que es posible que ese daño se prolongue mucho después de que se concrete cualquier contrato comercial provisional con China.

El miércoles, las ventas del sector minorista en Estados Unidos bajaron por primera vez en siete meses, pues los consumidores han gastado menos, en especial en automóviles. El sector manufacturero estadounidense ya se encuentra en recesión y las fábricas de todo el mundo han comenzado a reducir su ritmo de producción.

En nuevas proyecciones dadas a conocer el martes, el Fondo Monetario Internacional redujo sus expectativas para el crecimiento global en 2019 al tres por ciento, la tasa más baja desde la crisis financiera. El fondo considera que gran parte del daño se debe al ambiente de mayor incertidumbre y la multiplicación de las barreras comerciales, pues provocaron una contracción en la inversión y la demanda de maquinaria y equipo.

“El principal riesgo para la economía global es que las tensiones comerciales y geopolíticas escalen todavía más”, explicó Gita Gopinath, directora del Departamento de Investigación del Fondo Monetario Internacional. “De ser así, podrían acabar con cualquier esperanza de recuperación, que ya de por sí es frágil en las economías emergentes y en desarrollo, así como en la eurozona”.

Este mismo mes, la Organización Mundial del Comercio declaró que, según sus proyecciones, el comercio global de mercancías solo crecerá un 1,2 por ciento en 2019, cifra que lo clasificaría como el peor año desde 2009, cuando la economía global se sumió en una recesión.

David Malpass, presidente del Banco Mundial, indicó en una reunión celebrada el miércoles que lo más probable es que el banco reduzca su pronóstico de crecimiento con respecto al cálculo anterior del 2,6 por ciento. Aunque se negó a hablar sobre el caso específico de las negociaciones comerciales entre Estados Unidos y China, reconoció que el ambiente de incertidumbre en el sector comercial sigue afectando a la economía global, además de la posibilidad de que la salida del Reino Unido de la Unión Europea se concrete con un brexit “duro”.

Sin embargo, afirmó que quizá tengamos motivos para recibir con optimismo el año 2020 “si hay menos incertidumbre en el ambiente y más claridad en cuanto a las perspectivas del comercio, no solo en las actividades entre Estados Unidos y China, sino en la esfera comercial global”.

Claro que no sería justo culpar a la guerra comercial por todos estos efectos económicos negativos. Una ralentización en el sector de crédito en China y cierta debilidad en Europa también han afectado el crecimiento y el comercio. No obstante, los responsables de la política pública opinan que las políticas comerciales de Trump podrían ser un factor importante para que la economía global entre en recesión.

La Reserva Federal ha comenzado a bajar las tasas de interés para intentar proteger la economía estadounidense de los efectos de la guerra comercial de Trump. De cualquier manera, varios funcionarios han advertido que no tienen muchas opciones y lo más probable es que el daño económico persista, en especial si se mantiene la incertidumbre y los aranceles siguen en vigor.

Trump y sus asesores sostienen que algunas dificultades del extranjero son responsables de la desaceleración experimentada en el crecimiento, no la guerra comercial. Por su parte, el gobierno insiste en que China es quien paga el costo de los aranceles, no los negocios ni los consumidores estadounidenses. Trump también dice que Pekín ha compensado un poco la carga de los aranceles mediante una depreciación de su moneda, lo que abarata sus productos en el extranjero.

Con todo, un nuevo artículo escrito por investigadores de la Universidad de Harvard, la Universidad de Chicago y el Banco de la Reserva Federal de Boston sugiere que tanto las empresas como los consumidores estadounidenses han sentido el impacto del enfrentamiento comercial y que esos efectos podrían escalar.

Los investigadores examinaron los precios pagados en la frontera, y descubrieron que las empresas de China han trasladado casi todos los costos de los aranceles a los importadores de Estados Unidos. Sin embargo, en lo que respecta a los precios de esos productos en las tiendas estadounidenses, los datos son menos claros, y parecen indicar que el sector minorista absorbe por lo menos una parte de los aranceles, en vez de trasladar el costo total a sus clientes.

El estudio también evaluó el efecto de los aranceles impuestos en represalia por China a los productos estadounidenses. Demostró que las empresas estadounidenses no han logrado con tanto éxito trasladar los costos de esos aranceles a los importadores chinos, quizá debido al tipo de mercancía que venden.

China no tiene muchos problemas en cambiar la soya estadounidense por otra de Brasil; en cambio, no es tan fácil cambiar de proveedor cuando se trata de bienes de consumo especializados, como las laptops y los teléfonos móviles que China le vende a Estados Unidos.

Los investigadores concluyeron que quizá se pasen costos adicionales a los consumidores estadounidenses en los próximos meses.

“Indica que existe una posibilidad real de que lo que ha vivido el país hasta ahora solo haya sido la respuesta a estos aranceles a corto plazo”, comentó Brent Neiman, economista de la Universidad de Chicago y uno de los autores del estudio.

Trump convino en desechar un aumento a los aranceles que debía entrar en vigor el 15 de octubre y habría representado un aumento del 25 al 30 por ciento en aranceles sobre importaciones con un valor de 250.000 millones de dólares. En todo caso, se tiene programado otra ronda de aranceles para diciembre, que se sumarán a los impuestos que ahora se pagan sobre 360.000 millones de dólares en productos chinos.

Si bien Trump habló sobre la posibilidad de firmar un acuerdo con su homólogo, Xi Jinping, durante una cumbre de líderes globales que se celebrará a mediados de noviembre, todavía no se redacta la versión definitiva de ese instrumento y algunos analistas advierten que muchos factores podrían impedir que el frágil convenio llegue a concretarse, como ocurrió en mayo.

El secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, informó el miércoles que todavía no tiene planes de viajar a China para participar en más negociaciones. También dijo que no se ha decidido si la aplicación de los aranceles actuales o los programados para diciembre podría suspenderse si se llega a un acuerdo.

“Abordaremos el tema conforme avancemos en las conversaciones”, aseveró Mnuchin.

Mnuchin explicó que algunos temas, como las protecciones a la propiedad intelectual, la transferencia forzosa de tecnología y los mecanismos para exigir el cumplimiento de los acuerdos, todavía están en proceso.

Lamentablemente, el hecho de que no se haya llegado a un acuerdo definitivo, mucho menos uno de suficiente alcance para ponerle fin a la guerra de aranceles, basta para obstaculizar el crecimiento global en el futuro cercano, en opinión de algunos economistas y analistas.

c.2019 The New York Times Company

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