WASHINGTON — Una llamada del 25 de julio entre el presidente Donald Trump y el mandatario de Ucrania ha sentado las bases de la investigación para el juicio político que busca determinar si Trump condicionó la entrega de ayuda militar estadounidense a cambio de que los funcionarios ucranianos investigaran al exvicepresidente Joe Biden y a su hijo Hunter.
La semana pasada, el jefe de Gabinete interino de la Casa Blanca, Mick Mulvaney, reconoció en la práctica el quid pro quo, aunque dijo que la ayuda en parte buscaba que el gobierno ucraniano investigara la teoría ampliamente desmentida que sostiene el presidente Trump de que Ucrania, y no Rusia, fue responsable de hackear los correos electrónicos del Partido Demócrata en 2016. Esa teoría es políticamente útil para Trump porque demostraría que ganó las elecciones sin ayuda de Rusia.
Mulvaney hizo comentarios sin remordimientos. “Les diré algo: supérenlo”, les dijo a los reporteros en la Casa Blanca. “Va a haber influencia política en la política exterior” (más tarde reculó y dijo que sus comentarios se habían malinterpretado).
Los lectores de The New York Times nos han pedido que expliquemos por qué, exactamente, la interferencia de otro país en el proceso democrático es una cuestión tan seria.
A continuación, responderemos algunas de sus preguntas.
¿Por qué no queremos que otros países se vean involucrados en nuestras elecciones?
Los demás países tienen sus propios intereses y esos intereses no siempre coinciden con los nuestros, comentó Trevor Potter, fundador de Campaign Legal Center, un grupo apartidista que trabaja para garantizar que las elecciones sean justas.
“Muchos países son rivales nuestros y de nuestro sistema democrático”, afirmó Potter. Mencionó como ejemplos dos casos importantes relacionados con China y Rusia, países que Trump ha sugerido de manera pública que podrían ayudarlo a lograr sus objetivos políticos. “En algunos casos, van a querer políticas que les ayuden y que, en consecuencia, nos dañen. Aunque en otros casos, solo quieren vernos fracasar”.
Los funcionarios del gobierno de Trump —mas no el presidente— han advertido pública y reiteradamente a los gobiernos extranjeros que no interfieran con las elecciones estadounidenses.
¿Se cuenta con protecciones contra este tipo de acciones?
Sí. La capacidad de una nación extranjera de obtener acceso a Estados Unidos e influir sobre sus procesos democráticos ha sido una preocupación desde los primeros días de la república.
Durante la Convención Constitucional de Filadelfia en el verano de 1787, los delegados debatieron qué tipo de comportamiento podría merecer la destitución del cargo de un presidente. George Mason sugirió la norma de “delitos graves y faltas leves”, que se mantiene hasta nuestros días. Uno de los delitos graves en los que los padres de la patria pensaron fue aceptar dinero de una potencia extranjera o eso que Alexander Hamilton describió como ceder ante “el deseo de los poderes extranjeros de tener un peso inadecuado en nuestros consejos”.
En resumen, los autores de la Constitución consideraron que pocas amenazas eran más graves que un mandatario vinculado de manera corrupta con fuerzas del exterior.
¿Cuál fue el quid pro quo en la llamada con Ucrania?
Trump ha negado la existencia de un quid pro quo explícito —un favor o ventaja otorgada, o esperada, a cambio de algo— en la llamada con el presiente ucraniano, Volodímir Zelenski. En repetidas ocasiones, se ha referido a esta llamada como una conversación “perfecta”.
Sin embargo, Trump podría haber usado varios elementos de la llamada como moneda de cambio.
Uno de ellos fue la ayuda militar estadounidense, de aproximadamente 400 millones de dólares, para asistencia de seguridad con el fin de ayudar a Ucrania a combatir la agresión rusa en su frontera oriental. El otro fue la propuesta de reunirse en el Despacho Oval con Zelenski, un encuentro que el mandatario ucraniano desea que suceda, ya que sería una poderosa muestra de apoyo por parte de Estados Unidos en un momento en el que Ucrania se encuentra bajo asedio ruso.
Según un resumen de la llamada que dio a conocer la Casa Blanca, Trump mencionó dos cuestiones después de que Zelenski habló sobre su necesidad de ayuda estadounidense. “Me gustaría que nos hiciera un favor”, dijo Trump, cambiando el tema de la conversación para pedirle a Zelenski que investigara a los Biden, así como la teoría de la conspiración.
Zelenski respondió que su fiscal general analizaría esos temas y le pidió a Trump que le proporcionara información adicional que pudiera ser útil para la investigación.
Entonces, ¿cuál es el problema?
En su nivel más básico, pedirle ayuda a otro gobierno —ya sea que haya habido quid pro quo, o no— significa que Trump estaría en deuda con otro país.
Hacer esto en privado es especialmente alarmante, comentó Potter, porque la decisión de Trump de retirar la ayuda militar, incluso temporalmente, a un país que necesita armarse en contra de Rusia va directamente en contra de los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos.
“Si el presidente de Ucrania aceptó esto, tiene un favor que recordarle al presidente de Estados Unidos”, explicó Potter. “De hecho, hace que el presidente sea vulnerable a chantajes políticos”.
¿Es ilegal?
Pedirle a un extranjero ayuda en una campaña política estadounidense es ilegal, cuestión que Ellen Weintraub, directora de la Comisión Federal Electoral de Estados Unidos, ha dejado claro.
“Si un gobierno extranjero está invirtiendo recursos para producir algo que será de valor para una campaña en Estados Unidos, tenemos un problema”, dijo Weintraub en una entrevista con ABC News.
¿Y no es así como se hacen las cosas normalmente?
No. Los gobiernos republicanos y demócratas por igual han rechazado la idea de pedir ayuda a gobiernos extranjeros para obtener ventajas políticas.
En 1992, cuando el presidente George H. W. Bush se encontraba por debajo de Bill Clinton en las encuestas de su campaña de reelección, un grupo de legisladores republicanos les sugirieron a los funcionarios de la Casa Blanca que les pidieran a los gobiernos del Reino Unido y Rusia que buscaran información poco favorecedora sobre los actos de protesta de Clinton contra la Guerra de Vietnam durante el tiempo que pasó en Londres y que investigaran un viaje que hizo el candidato a Moscú.
“Querían que contactáramos a los rusos o a los británicos para buscar información sobre el viaje de Bill Clinton a Moscú”, escribió en un memorando James A. Baker III, jefe de Gabinete de Bush. “Dije que era algo que definitivamente no podíamos hacer”, mencionó.
Diez ex jefes de Gabinete de cinco expresidentes —Ronald Reagan, los dos Bush, Clinton y Barack Obama— han afirmado que dicha posibilidad les habría parecido inaceptable.
Sin embargo, eso no quiere decir que los rusos no lo hayan intentado. La Unión Soviética ofreció ayuda para apoyar a Adlai Stevenson a contender a la presidencia por tercera ocasión en 1960, una propuesta que Stevenson rechazó. De igual modo, el embajador soviético ofreció ayudar a financiar la campaña de Hubert Humphrey en 1968, una oferta que también se rechazó. Así mismo, Leonid Brezhnev le dijo a Gerald Ford que “harían todo lo que pudieran” para ayudarlo a ganar en 1976, un comentario que Ford desestimó sin tomarlo en serio.
¿Acaso Estados Unidos no interviene en otros países?
Sí. La CIA ayudó a derrocar gobernantes electos en Irán y Guatemala en los años cincuenta y respaldó golpes de Estado violentos en muchos países durante los sesenta. Fraguó asesinatos y apoyó brutales gobiernos anticomunistas en América Latina, África y Asia. La CIA ha sembrado información falsa y, en ocasiones, ha usado efectivo a fin de lograr fines políticos relacionados con la política exterior.
Sin embargo, los expertos han argumentado que los esfuerzos modernos de Estados Unidos no son moralmente equivalentes a los de Rusia. En décadas recientes, las estrategias estadounidenses se han orientado a promover candidatos que desafían a gobernantes autoritarios. Los esfuerzos de Rusia, en cambio, tienen la finalidad de sembrar discordia.
“A menudo nos consideramos y nos presentamos como un ejemplo de la forma en que deberían conducirse otros países”, afirmó Potter. “Cuando tenemos batallas intestinas o cosas que hemos hecho mal aquí, es mucho más difícil hacerlo”, continuó.
Y agregó que “los países pueden aprovecharse de eso y decir: ‘Tal vez estemos mal, pero Estados Unidos no es mejor’”.
¿Esto ha ocurrido en elecciones estadounidenses anteriores?
Más o menos. La única vez que se hizo un juicio político con base en la política exterior fue en el caso de un senador, William Blount, quien fue acusado en 1797 de fraguar la cesión de partes del territorio de Florida y Luisiana al Reino Unido. La Cámara de Representantes inició el proceso de juicio político en contra de Blount, pero este huyó de Washington. El Senado optó por desterrarlo en lugar de condenarlo en un juicio.
c. 2019 The New York Times Company