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El acuerdo comercial de Trump roba una página del manual de estrategias de los demócratas

Por: Ana Swanson and Emily Cochrane

WASHINGTON — Los demócratas de la Cámara de Representantes regresan este lunes a Washington para enfrentar una difícil decisión: concederle una victoria al presidente Donald Trump en medio de una candente batalla en torno al juicio político, o darle la espalda a uno de los pactos comerciales más progresistas negociados en la historia por cualquiera de los dos partidos.

El gobierno de Trump convino con Canadá y México los ajustes al Tratado de Libre Comercio de América del Norte hace un año, pero el Congreso todavía no autoriza el acuerdo. Concretar el convenio con el gobierno en los próximos días le daría al caucus demócrata un logro tangible en un tema de interés para su base. También es una oportunidad para los demócratas de garantizar cambios que querían hacer desde hace tiempo a las políticas del convenio, pues lo criticaban por darle prioridad a las corporaciones en vez de a los trabajadores, y sentar las bases para los tratados de comercio del futuro.

Estos factores han persuadido a los demócratas de sentarse a la mesa en un momento no muy propicio, dadas las tensiones que se viven en Washington por el enfrentamiento bipartidista y la profunda división generada por las investigaciones del juicio político. Después de meses de conversaciones, incluso durante la festividad del Día de Acción de Gracias, ambos bandos afirmaron encontrarse en la fase final de las negociaciones. Sin embargo, los demócratas insisten en que el gobierno debe hacer más cambios a las disposiciones en materia laboral y ambiental, entre otras cosas, antes de que la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, de California, presente a votación la legislación que pondrá en marcha el nuevo Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá.

“En todos los sentidos, el acuerdo que ya negociamos es mucho mejor que el TLCAN”, afirmó el representante Richard E. Neal de Massachusetts, quien encabeza al grupo demócrata encargado de negociar con el gobierno. “En mi opinión, los mecanismos para exigir el cumplimiento de las disposiciones laborales son el último obstáculo”.

El acuerdo ha puesto a los demócratas en un dilema porque contiene medidas que han respaldado desde hace años, como exigir que más autopartes se fabriquen en América del Norte, eliminar el sistema especial de arbitraje para las corporaciones y fortalecer los sindicatos en México.

Con las disposiciones que adoptan las estrategias de los demócratas, el acuerdo refleja el enfoque comercial populista de Trump, mismo que ha borrado un poco las líneas divisorias de los partidos y les parece atractivo a muchos de los obreros que antes constituían la base de los demócratas. También refleja una reacción más generalizada hacia convenios de libre comercio más tradicionales, que han sido blanco de críticas por afectar la manufactura estadounidense y eliminar empleos.

“En general, luce más como un convenio negociado durante el gobierno de Obama”, opinó el senador Rob Portman, republicano de Ohio que fungió como representante comercial durante el mandato de George W. Bush y apoya el convenio. “Incluye aspectos que los demócratas han intentado incorporar desde hace algunas décadas”.

De hecho, tiende tanto hacia la izquierda de las posturas republicanas tradicionales en el tema de comercio que varios republicanos del Congreso lo apoyan a regañadientes, e incluso podrían votar en contra de la versión definitiva.

EL senador Patrick J. Toomey de Pensilvania, uno de los críticos republicanos más ardientes del tratado, lo describió como “una desviación absoluta de los tratados de libre comercio que hemos intentado concretar a lo largo de nuestra historia”, por lo que urgió a sus colegas republicanos a votar en contra de su aprobación.

“Si adoptamos este convenio, será la primera vez en la historia de la República, hasta donde tengo entendido, en que aprobemos un nuevo convenio comercial diseñado para reducir el comercio”, sentenció Toomey durante una audiencia en julio, sentado al lado de una gran pancarta en rojo con la leyenda: “TLCAN > T-MEC”.

De cualquier forma, la mayoría de los republicanos han apoyado el convenio y urgido a que se tomen medidas rápidas. Si el tratado no se aprueba pronto, sus partidarios temen que se convierta en blanco de ataques más frecuentes de los candidatos presidenciales demócratas, lo que dificultaría todavía más a los demócratas del Congreso votar a favor del pacto.

Para llegar a la versión ajustada del tratado, las partes sostuvieron conversaciones enconosas durante más de un año, luego de las cuales prepararon un convenio complejo de 2082 páginas que abarca un amplio rango de temas. Si bien gran parte de los ajustes solo son cambios para actualizar el TLCAN al siglo XXI, también contiene otros que buscan fomentar la fabricación en Estados Unidos y aumentar el porcentaje de cada automóvil que debe fabricarse en América del Norte para obtener la exención de aranceles.

El nuevo pacto establece que un fabricante de automóviles debe comprar en América del Norte como mínimo el 70 por ciento del acero y aluminio que emplea, lo que podría ayudar a impulsar la producción de esos metales en Estados Unidos. También estipula que entre el 40 y el 45 por ciento del contenido de cada automóvil debe ser fabricado por empleados que ganen en promedio un salario de dieciséis dólares por hora. Ese límite inferior de dieciséis dólares se fijó con la intención de obligar a las empresas automotrices a aumentar los salarios bajos en México o contratar más empleados en Estados Unidos y Canadá, un objetivo que los demócratas han promovido desde hace mucho tiempo.

También elimina un sistema especial de arbitraje para las corporaciones que la candidata demócrata a la presidencia, Elizabeth Warren, ha criticado porque les permite a las empresas evadir el sistema legal de Estados Unidos y que los funcionarios del gobierno de Trump describen como un incentivo para que las empresas establezcan sus fábricas en el extranjero.

El convenio también incluye, al menos en el papel, disposiciones con el propósito de eliminar supuestos sindicatos en México que han hecho muy poco para ayudar a los trabajadores, pues exigen que las empresas mexicanas sometan a autorización de los empleados sus contratos colectivos de trabajo mediante votos secretos en los siguientes cuatro años.

Algunos demócratas no están convencidos de que el gobierno mexicano vaya a asignar suficientes fondos para garantizar que las empresas cumplan con estos cambios. No obstante, si las normas se hacen valer, los demócratas afirman que podrían ayudar a cortar de raíz el flujo de empleos a México y poner a los trabajadores estadounidenses en una situación más equitativa.

Todavía hay varios puntos de desacuerdo, como una disposición que ofrece a una clase avanzada de medicamentos diez años de protección frente a las alternativas más baratas, lo que según los legisladores demócratas fijaría los precios de los medicamentos a un nivel muy alto.

Otras propuestas demócratas buscan reforzar las disposiciones laborales y ambientales del tratado. Los demócratas quieren evitar un cambio realizado por el gobierno de Trump que, según ellos, acaba de hecho con el sistema encargado de vigilar el cumplimiento del TLCAN. También promueven la inclusión de recursos adicionales que les permitan a los funcionarios de aduanas inspeccionar fábricas o detener bienes en la frontera si las empresas incurren en algún incumplimiento de las normas laborales.

En una conversación con periodistas a finales del mes pasado, Neal comentó que creía que los demócratas de la Casa de Representantes podrían resolver pronto sus diferencias con Robert Lighthizer, el representante comercial de Trump.

Pelosi, que no ha dejado de decir que le interesa “lograr la aprobación” del pacto, respondió a las reprimendas de Trump la semana pasada señalando que necesita ver los compromisos del gobierno por escrito antes de seguir adelante.

Todavía hay varios incrédulos que dudan que se apruebe el tratado, como líderes sindicales y otras personas de ideología izquierdista.

“A menos que Donald Trump acepte establecer estándares laborales y ambientales más estrictos y se asegure de que la reforma laboral avance en México, continuará el desplazamiento de empleos con el TLCAN”, explicó Lori Wallach, directora de la división Global Trade Watch en la organización Public Citizen. “También los beneficios que Trump agregó para la industria farmacéutica deben desaparecer, pues con ellos el T-MEC es peor que el TLCAN”.

Con todo, los demócratas dicen que si se hacen los cambios adicionales que piden, el acuerdo sería más progresista que el TLCAN original y el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, ambos negociados por gobiernos demócratas. Trump sacó a Estados Unidos de este último solo unos días después de tomar posesión.

Jesús Seade, el principal negociador de México para el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, dijo que muchos de los ajustes que quieren los demócratas son “mejoras”.

“Si las enmiendas sugeridas son mejoras aceptables, entonces no habrá razón por la que no podamos estrecharnos las manos la próxima semana”, aseveró el viernes después de reunirse con funcionarios canadienses.

c.2019 The New York Times Company

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