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El rey Carlos III es coronado en una ceremonia llena de símbolos en la Abadía de Westminster

Tras suceder en el trono a su difunta madre la reina Isabel II, el mundo observó la coronación de Carlos III como rey de Reino Unido y soberano de la Mancomunidad de Naciones, un momento para el que el monarca esperó más de 70 años. Lo hace junto a 2.000 invitados y su esposa Camila Parker, coronada reina consorte. La mayor parte del evento tiene lugar en la Abadía de Westminster, en Londres.

A los 74 años de edad, Carlos III se convirtió este 6 de mayo en el soberano de Reino Unido y la Mancomunidad de Naciones de mayor edad en ostentar la corona de San Eduardo de 360 años de antigüedad, con la que asume oficialmente el trono en la Abadía de Westminster.

Junto a su segunda esposa, Camila Parker –quien igualmente será coronada como reina consorte– la ceremonia estará cargada de pompa. Sin embargo, se prevé más corta y menos ostentosa que la de su antecesora, su madre, la reina Isabel II, fallecida el pasado mes de septiembre.

Durante más de 1.000 años, los monarcas británicos han sido coronados en grandiosas ceremonias que confirman su derecho a gobernar. Aunque el rey ya no tiene poder en el Ejecutivo o en lo político, sigue siendo el jefe de Estado de Reino Unido y un símbolo de identidad nacional.

En momentos en que la inflación de dos dígitos impacta los bolsillos de los británicos y la reverencia por la monarquía ha sido reemplazada, para muchos, por un leve afecto o, incluso, por apatía, Carlos III asume el reto de demostrar que aún puede ser una fuerza unificadora en una nación multicultural y liderar una monarquía moderna y menos costosa para el siglo XXI.

A continuación, los hechos y simbolismos más destacados de esta jornada:

Bajo el sonido de la música de Andrew Lloyd Webber, basada en el Salmo 98 y compuesta específicamente para el momento, Camila Parker, la segunda esposa de Carlos III, recibe la corona, el cetro real y la vara de la equidad y la misericordia, que la consagran como reina consorte.

“Que tu sierva Camila, que lleva esta corona, sea colmada de tu abundante gracia y de todas las virtudes principescas; reina en su corazón. Rey de amor, para que estando segura de tu protección, sea coronada con tu grato favor; través de Jesucristo nuestro Señor”, señaló el arzobispo que encabeza el rito.

El soberano de 74 años recibió la histórica corona de San Eduardo que se ha utilizado desde la coronación del rey Carlos II en el año 1661.

La corona, que pesa más de dos kilogramos, está formada por un marco de oro macizo con rubíes, amatistas, zafiros, granates, topacios y turmalinas, y tiene un capuchón de terciopelo con una banda de armiño.

Esta corona reemplazó a la original que se cree se remonta al rey anglosajón de Inglaterra del siglo XI, Eduardo el Confesor.

En medio de la solemne ceremonia, Carlos III recibió cuatro espadas. Entre ellas, las que representan el estado de la Justicia y la misericordia. Todas relacionadas con su labor de jefe de Estado y como suprema autoridad religiosa.

Asimismo, al soberano le fue presentado el obre y luego recibió dos brazaletes: uno que representa la sinceridad y otro que simboliza la sabiduría.

Posteriormente, Carlos III recogió el anillo de la coronación, el cetro del soberano con la cruz.

“Reciba el cetro del estandarte el poder y la justicia real y la vara de la justicia y misericordia, símbolo de la alianza y la paz (…) Para que pueda dirigir con sabiduría”, remarcó John McDowell, el arzobispo de Armagh de la Iglesia de Irlanda, que encabeza la ceremonia.

La prensa británica destaca que el juramento del soberano fue diferente al prestado por su fallecida madre Isabel II, en 1953. Por primera vez se añadió el prefacio que comprometía especialmente al rey a que busque “fomentar un entorno en el que las personas de todas las religiones y creencias puedan vivir libremente”.

“Yo, Carlos, solemne y sinceramente, en la presencia de Dios, prometo, testifico y declaro que soy un protestante fiel y que, de acuerdo con la verdadera intención de las leyes que aseguran la sucesión protestante al trono, defenderé y mantendré dichos decretos en la medida de mis posibilidades de acuerdo con la ley”.

Con estas palabras, y con la mano sobre una Biblia, el hijo de la fallecida soberana Isabel II juramentó como nuevo líder de la corona británica.

Posteriormente, arrodillado frente al altar, el soberano pronunció una oración.

“Dios de compasión y misericordia, cuyo hijo no fue enviado para ser servido sino para servir, dame la gracia de que pueda encontrar en tu servicio la perfecta libertad, y en esa libertad el conocimiento de tu verdad. Haz que pueda ser una bendición para todos tus hijos, de toda fe y creencia, para que juntos podamos descubrir los caminos de la mansedumbre y ser conducidos por los senderos de la paz; a través de Jesucristo nuestro Señor”, señaló.

En medio de una ceremonia llena de religión y simbolismo, el soberano ingresa a la Abadía de Westminster. El rito incluye atavíos históricos que van desde cetros y mazas hasta un anillo y una cuchara. Carlos será coronado con la histórica corona de San Eduardo que se ha utilizado desde la coronación del rey Carlos II en 1661.

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